sábado, 17 de agosto de 2013

Instrumentos de tortura IX

La pera oral, rectal y vaginal, (1575 a 1700).
También llamada la pera de la angustia. Estos instrumentos se usaban y aún se usan, sin ornamentar pero en esencia invariadas - en formatos orales y rectales. Consiste en una serie de segmentos móviles que pueden abrirse o cerrarse con un tornillo que los conecta. Se introducían en la boca, recto o vagina de la víctima y allí se desplegaban por medio del tornillo hasta la máxima apertura. El interior de la cavidad afectada quedaba irremediablemente, y quizás siempre fatalmente, dañado. Las puntas que sobresalen del extremo de cada segmento servían para desgarrar mejor el fondo de la garganta o del recto, o la cerviz del útero.
No se trataba de un instrumento de muerte, pero debido a las heridas causadas, las victimas podían morir de infecciones o desangrados.
La pera oral frecuentemente se aplicaba a los predicadores heréticos, pero también a seglares reos de tendencias antiortodoxas; la pera vaginal en cambio estaba destinada a las mujeres culpables de relaciones con Satanás (brujería) o con uno de sus familiares (incesto), y por último, la rectal a los homosexuales pasivos.
La picota en tonel. Austria S. XVIII.
Una especie de vergüenza infligida sobre todo a los borrachos que de esta forma se exponían al público vituperio. Las "picotas toneles" eran de dos tipos: las cerradas en fondo, en las que la víctima se colocaba dentro, con orines y estiércol o simplemente con agua pútrida; o las otras abiertas para que las víctimas caminasen por las calles de la ciudad con ellas a cuestas, con mucho dolor debido al gran peso.
Pinzas y tenazas ardientes, en Europa en general (1500 a 1800).
Pinzas, tenazas, cizallas, usadas también en frío pero casi siempre al rojo, adecuadas para lacerar o arrancar cualquier miembro del cuerpo humano, constituían el utillaje básico entre las herramientas de todo verdugo. Las tenazas, no muy diferentes de las corrientes en un taller, se dedicaban sobre todo - preferentemente al rojo - a las narices, dedos de las manos y de los pies y a los pezones. Las pinzas alargadas, como el cocodrilo , maravillosamente esculpido y grabado, servían para desgarrar o abrasar el pene.
El potro italiano (1500 a 1700).
El estiramiento o desmembramiento por medio de tensión longitudinal se empleó en el antiguo Egipto y en Babilonia; en Europa la garrucha o "péndulo" y el potro constituían elementos fundamentales en cualquier mazmorra desde la República Romana hasta la desaparición de la tortura hacia el final del siglo XVIII. En muchos países extra europeos ambos subsisten hoy en día.
La víctima es literalmente estirada por la fuerza del cabestrante, y antiguos testimonios hablan de casos de 30 cm., una longitud inconcebible que procede de la dislocación y distorsión de cada articulación de brazos y piernas, del desmembramiento de la columna vertebral, y por supuesto del desgarro de los músculos de extremidades, tórax y abdomen, efectos estos, por descontado, letales. Pero mucho antes del abatimiento final de la víctima, ésta, incluso en las fases iniciales del interrogatorio (en la " cuestión del primer grado"), sufre la dislocación de los hombros a causa del estiramiento de los brazos hacia atrás y hacia arriba así como el dolor de los músculos, desgarrándose, tal como cualquier fibra sometida a tensión excesiva. En el segundo grado la rodilla , la cadera y el codo comienzan a descoyuntarse dejando al acusado inválido; con el tercer grado se separan ruidosamente. Ya con el segundo grado el interrogado queda inválido de por vida; después del tercero queda paralizado y extremidades se separaban y la víctima quedaba desmembrada , después de horas y días van cesando las funciones vitales.
El potro arranca testículos.
La víctima era obligada a colocarse como si estuviera cabalgando" sobre el lado cortante del instrumento, mientras se le colocaban pesos cada vez mayores en lo pies. El resultado después de algunas horas, y más incluso después de algunos días, era una gangrena progresiva en nalgas, escroto y recto independientemente de una atroz agonía.
El potro era sobre todo un castigo militar
El potro en escalera.
La Constitutio Criminalis Theresiana de 1769 - de la cual se da más información en el aplasta pulgares - prescribe el estiramiento en una escalera inclinada. Nótese la dislocación de los hombros, y el abrasamiento de los costados y las axilas mediante una antorcha compuesta de siete bujías - ni ocho, ni seis -, cortadas a la medida oficial exacta, ni una pulgada más ni una menos. Si la víctima, ya paralizada, con los hombros destrozados, y moribunda a causa de las infecciones producidas por las quemaduras, no obstante seguía sin confesar, el tribunal estaba obligado - como siempre se hacía en casos similares, cualquiera que fuese el método de tortura- a reconocer su inocencia.
El potro español.
Durante la Edad Media el suplicio del potro español estaba destinado a las brujas o a las mujeres sospechosas de haber sido poseídas por el demonio. Éstas eran montadas a horcajadas sobre el bloque de madera, de modo que debido al peso de su propio cuerpo, la arista cortante penetraba en la vagina; las piernas eran separadas mediante ataduras y al cuerpo se le impedía cualquier punto de apoyo. La tortura se agravaba colocando teas encendidas o fijando sobre el vientre una escudilla con un ratón vivo dentro, de manera que, por las contracciones provocadas por el dolor, la víctima provocaba una mayor presión sobre la arista y esta penetraba aún más, con las consecuencias que fácilmente podemos imaginar.
Quebranta rodillas. (1600 a 1800)
Usado para lacerar los brazos y las piernas y a menudo aplicado a la rodilla y al codo, articulaciones que los pinchos pueden destruir para siempre.
Rompe cráneos, veneciano S. XVIII
Este instrumento estaba compuesto por un casco finalizado en un torno con una manivela. El casco, a su vez estaba colocado en una estructura metálica que permitía que al girar la manivela, fuera bajando. Colocado alrededor de la cabeza, los pinchos, bajo la fuerza de la presión del tornillo, señalaban el cráneo que, junto con la fuerza bilateral de los pinchos gruesos provocaban la ruptura de los dientes, el quebranto de la mandíbula y de los huesos del cráneo, antes de estrujar su cerebro.,  hacían que se desprendiese el casquete craneal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

woooow es increible yo no sabia nada de esto es muy interesante es bueno saber cosas que nunca sabia uno en la vida ya que esto era importante e impactante para las personas que hacian fechorias, pienso que hoy en dia deberian de estar activas este tipo de torturas ya que la gente no entiende y ademas creo que mejorariamos.