miércoles, 28 de agosto de 2013

Instrumentos de tortura XI

La silla eléctrica.
Inventada en 1888, miles de personas han sido ajusticiadas en la que los americanos llaman "The Hot Seat". Se trata de una silla de madera común, provista de correas y de electrodos de cobre: estos últimos se colocan en las muñecas, en la cabeza y en los tobillos, mientras que un estetoscopio se aplica al corazón para comprobar el deceso de la víctima. Después de haber asegurado el prisionero a la silla, con la cabeza afeitada con anterioridad para garantizar un efectivo contacto entre los electrodos y la piel, se coloca una máscara sobre el rostro para evitar que los ojos salgan de sus órbitas en el momento en que la corriente atraviesa el cuerpo.
En las ejecuciones actuales se transmiten tres descargas eléctricas por breves periodos. La primera, de 2000 voltios, causa una contracción tan violenta que lanza el cuerpo hacia adelante contra las ataduras que lo sujetan a la silla. Las dos descargas sucesivas son de aproximadamente 1000 voltios con una duración que varia de 3 a 4 minutos.
La silla eléctrica provoca efectos visiblemente devastadores: el condenado llega a defecar, orinar o vomitar sangre; los órganos internos se queman y la piel queda ennegrecida completamente. La temperatura del cuerpo alcanza los 138-140 grados, la sangre hierve literalmente. Los testigos, en efecto, mencionan siempre un olor a carne quemada. Los funcionarios se ven obligados a colocarse vaselina en los orificios de la nariz para no percibir el terrible olor y a tirar a la basura los vestidos puestos durante la ejecución.
La primera descarga eléctrica debería causar la pérdida de conocimiento; desgraciadamente se han producido diferentes casos en que esto no se ha verificado, además al final de las tres descargas algunos órganos vitales han continuado  funcionando siendo necesario otras descargas de un voltaje y de una duración mayor. La silla eléctrica entró en vigor como método de ejecución capital en 1889 sustituyendo a la horca en muchos estados de América. Pocos saben que este invento nació involuntariamente como resultado de las luchas surgidas para el reparto del mercado de la energía eléctrica entre dos magnates de la industria: Thomas Edison, productor de energía eléctrica continua, y Westinghouse, productor de energía de corriente alterna. Edison, en efecto, para demostrar la peligrosidad de la corriente alterna producida por su adversario, encargó al ingeniero Harold P. Brown efectuar una demostración técnica, utilizando animales como conejillos de indias, y someterla a una comisión parlamentaria de encuesta. De esta manera la electrocución se adoptó en el Estado de New York como método más "humano y eficaz".
El primer condenado a muerte, designado para inaugurarla, fue, en 1889, Joseph Chappleau; pero por alguna deficiencia técnica, no logrando provocar su muerte después de aproximadamente una hora con continuas descargas, fue agraciado y se le conmutó la pena a cadena perpetua. En 1900 fue ajusticiado, en la prisión de Auburn William Kerriler condenado por haber descuartizado a su mujer con un hacha. El cuerpo de Kerriler quedó prácticamente asado después de varios intentos de los ejecutores buscando la adecuada intensidad de voltaje y frecuencia de las descargas.
A pesar del horror que cada ejecución provocaba con su anuncio, la silla eléctrica no ha encontrado muchos adversarios en los Estados Unidos hasta el punto de convertirse en el más popular método de ejecución. La silla eléctrica es considerada un instrumento fundamental del 11 progreso industrial" aunque, en realidad, se trata solamente de una máquina de tortura antigua perfeccionada por las conquistas de la civilización moderna.
El suplicio del agua.
Entre los suplicios más atroces estaba, y está, el de agua. La víctima es inclinada con los pies hacia abajo y obligada a engullir inmensas cantidades, generalmente por medio de un embudo en la boca mientras la nariz es tapada, lo cual fuerza a tragar todo el contenido del embudo antes de poder respirar una bocanada de aire. Sólo el terror de la asfixia repetido infinitas veces, es de por sí un tormento angustioso.
Cuando el estómago se distiende e hincha de manera grotesca, se inclina la víctima con la cabeza hacia abajo; la presión contra el diafragma y el corazón ocasiona estados de sufrimientos inimaginables, sufrimientos que el verdugo aumenta golpeando el abdomen.
Este tratamiento se aplica ampliamente hoy en día porque es fácil de administrar y no deja marcas delatoras.
Suplicio de la cruz.
Antes de que la cruz apariencia en Oriente con la conquista romana, ya Asiríos Y Hebreos solían atar a un palo los cadáveres de los criminales para hacer públicos tanto sus delitos como la eficacia de la justicia.
En Roma, en el periodo republicano, como pena capital para los esclavos y los no ciudadanos, fue introducida la práctica de atarlos a un palo, a menudo con la cabeza hacia abajo, y azotarlos. Después se añadió al palo una barra transversal de madera (Patibultim) colocada encima o un poco más abajo, formando una cruz en forma de Tau o en forma Latina, sobre la que el condenado era atado y clavado con los brazos extendidos y con los pies colocados sobre un atril, para evitar el desgarramiento de las manos. Se le dejaba expuesto en estas condiciones hasta que le llegaba la muerte. Una tablilla (Titultis) indicaba su nombre y el motivo de la condena. Normalmente el palo permanecía hincado permanentemente en el lugar de la ejecución, mientras que el patibulum lo hacían llevar al condenado.
Reservado a los esclavos y a los grandes criminales de origen humilde, el infamante suplicio de la cruz fue aplicado a Cristo, con la aprobación y la ejecución de la condena por parte del procurador Poncio Pilato y de los soldados romanos.
El suplicio del suspendimiento.
Desde la antigüedad, el suplicio del suspendimiento era un sistema de tortura básico en los procedimientos de “quaestio per tormenta" (interrogatorio judicial realizado mediante torturas hasta obtener la confesión de la verdad). A menudo constituía una mera preparación para infligir posteriormente otros tormentos a la víctima. Durante la Edad Media se mantuvo esta usanza con los plebeyos acusados de bigamia, robo, infanticidio o deserción.
El condenado, fuertemente atado por pies o brazos a la cuerda de un cabestrante, y levantado en el aire, permanecía colgado durante un largo período de tiempo, que podía ser dos o tres días seguidos. Al mismo tiempo, el verdugo iba colocando paulatinamente pesos considerables en las partes del cuerpo contrarias a las que estaban en contacto con las cuerdas.
La tortura del gota a gota.
Obligado casi siempre a permanecer en lugar como este, a la víctima, con la cabeza sujetada por el anillo de hierro, se le Infligía esta tortura atroz; si el condenado no confesaba, la locura era su trágico final.
La trenza de paja.
Era aplicada como signo de vergüenza a las jóvenes que habían quedado encinta antes de casarse. Las "infames" eran rapadas al cero y condenadas a permanecer con ella delante de las puertas principales de las iglesias en los días de fiesta.
La toca.
El método de la toca fue muy utilizado por la Inquisición española de los siglos XV y XVI. Su nombre procede de uno de los elementos necesario para esta tortura, la toca, que era una tela blanca de lino o seda con la que se hacían en aquella época las tocas o pañuelos que cubrían la cabeza de las mujeres. Esta toca, se introducía en la boca de la víctima, intentado que incluso llegara hasta la tráquea, y posteriormente se vertía agua sobre la toca, que al empaparse, provocaba en el reo una sensación de ahogo e innumerables arcadas.
La toalla mojada.
La toalla mojada es un método moderno de tortura, basado en otros más antiguos como el método de la toca, y consiste en colocar una toalla sobre la boca y la nariz de la víctima, después se vierte agua sobre la toalla provocándole la asfixia momentánea. La sensación de ahogo es terrible; pero si se hacía bien, era un método que no dejaba marcas, por lo que el reo, no podía en ningún momento demostrar que había sido torturado. A partir del siglo XX, este método ha sido usado por los ejércitos y por ciertos cuerpos de policía secreta y paramilitar, que se han dedicado a reprimir tendencias políticas contrarias al régimen establecido en aquellos países. Como ejemplo, podemos decir que ha sido un método muy extendido entre las dictaduras sudamericanas, aparentando de este modo normalidad en sus actuaciones.

viernes, 23 de agosto de 2013

Instrumentos de tortura X

La rueda.
Inmediatamente pensamos en la del carro sobre la que se dejaba perecer de dolor e inanición al condenado, al cual el verdugo previamente había descoyuntado los miembros . Esta es la rueda más conocida por cuanto fue la más utilizada a lo largo del período que va desde la Baja Edad Media hasta principios del siglo XVIII. Existía sin embargo otro tipo de rueda, de orígenes más antiguos, que funcionaba haciéndola girar con el cuerpo atado sobre ella.
Gracias a la viva y sutil imaginación de los verdugos, las posibilidades de utilización de este instrumento eran tan variada que los había de varios tipos y dimensiones, fijos o móviles, según el suplicio infligido. En la rueda fija, de amplia circunferencia, se ataba a la víctima disponiéndola sobre la superficie externa recubierta de puntas de hierro candentes. El cuerpo, estirado con fuerza por las cuerdas contra estas puntas, se laceraba y trituraba terriblemente cuando la rueda giraba, por la acción de una manivela, sobre un lecho de clavos fijados en suelo. Este tipo de rueda se utilizaba para quemar viva la víctima al hacer que ésta girase lentamente sobre un brasero encendido o una hoguera .
En la rueda móvil, que era de grandes dimensiones, se ponía al condenado en la parte convexa de la misma convenientemente atado y se le dejaba caer sobre lugares escarpados y pedregosos. Rodando a grandes velocidades el cuerpo se descarnaba y fracturaba totalmente.
La rueda para despedazar. Europa central S. XVIII
La rueda para despedazar era el instrumento de ejecución más común en la Europa germánica, después de la horca, desde la Baja Edad Media hasta principios del siglo XVIII, en la Europa latina y gala el despedazamiento se llevaba a cabo con barras macizas de hierro y mazas herradas en lugar de ruedas.
La víctima, desnuda, era estirada boca arriba en el suelo o en el patíbulo, con los miembros extendidos al máximo y atados a estacas o anillas de hierro. Bajo las muñecas, codos, rodillas y caderas se colocaban, atravesados, trozos de madera. El verdugo, asestando violentos golpes con la rueda, machacaba entonces hueso tras hueso y articulación tras articulación, incluidos los hombros y caderas, con la rueda de borde herrado, pero procurando no asestar golpes fatales. La víctima se transformaba, en una especie de gran títere aullante retorciéndose, como un pulpo gigante de cuatro tentáculos, entre arroyuelos de sangre, carne cruda, viscosa y amorfa mezclada con astillas de huesos rotos. Después se le desataba e introducía entre los radios de la gran rueda horizontal, colocada al extremo de un poste que posteriormente se alzaba. Luego los cuervos arrancarían tiras de carne y vaciarían los ojos hasta que llegaba la muerte, con la que probablemente era la más larga y atroz agonía que el poder era capaz de infligir.
Junto a la hoguera y el descuartizamiento, éste era uno de los espectáculos más populares entre los muchos parecidos que tenían lugar en las plazas de Europa, más o menos todos los días. Centenares de ilustraciones durante el período 1450-1750 muestran muchedumbres de plebeyos y de nobles, deleitándose con el espectáculo de un buen despedazamiento, preferiblemente o, mejor aún, de una o varias mujeres en fila.
Sello de la inquisición.
La Inquisición consistía en la actividad de un tribunal eclesiástico instituido hacia Finales del siglo XII para la represión de la herejía. Toda la actividad del Santo Oficio se traducía en el intento de enfatizar al máximo el significado de su gloriosa misión.
Este énfasis se encuentra también reflejado en el escudo de la Inquisición, en el que reza la siguiente leyenda: "EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM" , que confirma la superioridad de la Justicia Divina.
La rama de olivo que simboliza la misericordia y la espada desenvainada de la justicia constituían la prueba de la inaudita perfidia del acusado y de su merecida penitencia.
La sierra española. S. XVIII
La sierra, fue un método de muerte utilizado ya en tiempos del bíblico Rey David. Esta pena, consistía en colgar boca abajo a la víctima para que el cerebro estuviera bien regado y no muriera el condenado desangrando antes de lo previsto; y se le comenzaba a serrar desde el ano y los genitales hacia el pecho.
Este instrumento de tortura no necesita muchas explicaciones. Sus mártires son abundantes. A consecuencia de la posición invertida del condenado, se asegura suficiente oxigenación al cerebro y se impide la pérdida general de sangre, con lo que la víctima no pierde el conocimiento hasta que la sierra alcanza el ombligo, e incluso el pecho, según relatos del siglo XIX.
La sierra se aplicaba a menudo a homosexuales de ambos sexos, aunque predominantemente hombres. En España la sierra era un medio de ejecución militar hasta el fin del siglo XVIII
los franceses lo empleaban contra las brujas embarazadas, supuestamente por el mismo demonio. En Alemania, en tiempos de Lutero también se empleó esté método contra los cabecillas de las sublevaciones campesinas.
La silla de la zambullida.
Tratamiento reservado a las mujeres pendencieras o chismosas a las prostitutas y a los mercaderes embrollones (a estos últimos también se les reservaba la "cathedra stercoris": literalmente la "cátedra de mierda", en la que se les ensuciaba a placer).
La silla de la zambullida se empleaba para sumergir en el agua (ríos, estanques, lagos, etcétera) a las mujeres o a quienes hubieran sido tocados por la justicia local. El chapuzón duraba pocos instantes, el espectáculo tardes enteras.
Taburete de sumersión.
La víctima era sentada en un taburete atado a un brazo móvil al pie de un río o estanque, en el que se le sumergía durante varios minutos y en repetidas ocasiones.
El "taburete del pato" fue utilizado en América para las brujas, y en Gran Bretaña para castigar a pequeños criminales y prostitutas.
En un juicio de calvario, las supuestas brujas eran sumergidas en un tanque de agua o un pozo, y luego las sacaban después de un tiempo, dándole permiso para confesarse. Si confesaba, era asesinada. Si no confesaba, la volvían a sumergir. Este proceso usualmente se repetía hasta que la víctima se ahogaba o se rendía y se dejaba ejecutar de otra forma
La silla de interrogatorio.
Se trata de utensilios básicos para el arte del inquisidor. Hoy en día se usan versiones actualizadas, mejoradas por medio de la electricidad. El efecto de los pinchos - aunque no estén electrificados, sobre la víctima, que siempre está desnuda, es obvio y no requiere comentario. Ésta sufre atrozmente desde el primer instante del interrogatorio, que puede ser más intenso si se aplican sacudidas o golpes en brazos y piernas.
Silla de putrefacción.
La víctima era atada a este instrumento y levantada entre los cadáveres de dos ahorcados en estado de putrefacción, a veces solamente por algunos días, pero en ocasiones hasta la muerte.
Silla de tortura.
Fue usada en Centro Europa hasta 1846. El torturado era sentado en ella desnudo y amarrado por correas que lo apretaban lentamente, de modo que los pinchos le penetraran en la carne.

sábado, 17 de agosto de 2013

Instrumentos de tortura IX

La pera oral, rectal y vaginal, (1575 a 1700).
También llamada la pera de la angustia. Estos instrumentos se usaban y aún se usan, sin ornamentar pero en esencia invariadas - en formatos orales y rectales. Consiste en una serie de segmentos móviles que pueden abrirse o cerrarse con un tornillo que los conecta. Se introducían en la boca, recto o vagina de la víctima y allí se desplegaban por medio del tornillo hasta la máxima apertura. El interior de la cavidad afectada quedaba irremediablemente, y quizás siempre fatalmente, dañado. Las puntas que sobresalen del extremo de cada segmento servían para desgarrar mejor el fondo de la garganta o del recto, o la cerviz del útero.
No se trataba de un instrumento de muerte, pero debido a las heridas causadas, las victimas podían morir de infecciones o desangrados.
La pera oral frecuentemente se aplicaba a los predicadores heréticos, pero también a seglares reos de tendencias antiortodoxas; la pera vaginal en cambio estaba destinada a las mujeres culpables de relaciones con Satanás (brujería) o con uno de sus familiares (incesto), y por último, la rectal a los homosexuales pasivos.
La picota en tonel. Austria S. XVIII.
Una especie de vergüenza infligida sobre todo a los borrachos que de esta forma se exponían al público vituperio. Las "picotas toneles" eran de dos tipos: las cerradas en fondo, en las que la víctima se colocaba dentro, con orines y estiércol o simplemente con agua pútrida; o las otras abiertas para que las víctimas caminasen por las calles de la ciudad con ellas a cuestas, con mucho dolor debido al gran peso.
Pinzas y tenazas ardientes, en Europa en general (1500 a 1800).
Pinzas, tenazas, cizallas, usadas también en frío pero casi siempre al rojo, adecuadas para lacerar o arrancar cualquier miembro del cuerpo humano, constituían el utillaje básico entre las herramientas de todo verdugo. Las tenazas, no muy diferentes de las corrientes en un taller, se dedicaban sobre todo - preferentemente al rojo - a las narices, dedos de las manos y de los pies y a los pezones. Las pinzas alargadas, como el cocodrilo , maravillosamente esculpido y grabado, servían para desgarrar o abrasar el pene.
El potro italiano (1500 a 1700).
El estiramiento o desmembramiento por medio de tensión longitudinal se empleó en el antiguo Egipto y en Babilonia; en Europa la garrucha o "péndulo" y el potro constituían elementos fundamentales en cualquier mazmorra desde la República Romana hasta la desaparición de la tortura hacia el final del siglo XVIII. En muchos países extra europeos ambos subsisten hoy en día.
La víctima es literalmente estirada por la fuerza del cabestrante, y antiguos testimonios hablan de casos de 30 cm., una longitud inconcebible que procede de la dislocación y distorsión de cada articulación de brazos y piernas, del desmembramiento de la columna vertebral, y por supuesto del desgarro de los músculos de extremidades, tórax y abdomen, efectos estos, por descontado, letales. Pero mucho antes del abatimiento final de la víctima, ésta, incluso en las fases iniciales del interrogatorio (en la " cuestión del primer grado"), sufre la dislocación de los hombros a causa del estiramiento de los brazos hacia atrás y hacia arriba así como el dolor de los músculos, desgarrándose, tal como cualquier fibra sometida a tensión excesiva. En el segundo grado la rodilla , la cadera y el codo comienzan a descoyuntarse dejando al acusado inválido; con el tercer grado se separan ruidosamente. Ya con el segundo grado el interrogado queda inválido de por vida; después del tercero queda paralizado y extremidades se separaban y la víctima quedaba desmembrada , después de horas y días van cesando las funciones vitales.
El potro arranca testículos.
La víctima era obligada a colocarse como si estuviera cabalgando" sobre el lado cortante del instrumento, mientras se le colocaban pesos cada vez mayores en lo pies. El resultado después de algunas horas, y más incluso después de algunos días, era una gangrena progresiva en nalgas, escroto y recto independientemente de una atroz agonía.
El potro era sobre todo un castigo militar
El potro en escalera.
La Constitutio Criminalis Theresiana de 1769 - de la cual se da más información en el aplasta pulgares - prescribe el estiramiento en una escalera inclinada. Nótese la dislocación de los hombros, y el abrasamiento de los costados y las axilas mediante una antorcha compuesta de siete bujías - ni ocho, ni seis -, cortadas a la medida oficial exacta, ni una pulgada más ni una menos. Si la víctima, ya paralizada, con los hombros destrozados, y moribunda a causa de las infecciones producidas por las quemaduras, no obstante seguía sin confesar, el tribunal estaba obligado - como siempre se hacía en casos similares, cualquiera que fuese el método de tortura- a reconocer su inocencia.
El potro español.
Durante la Edad Media el suplicio del potro español estaba destinado a las brujas o a las mujeres sospechosas de haber sido poseídas por el demonio. Éstas eran montadas a horcajadas sobre el bloque de madera, de modo que debido al peso de su propio cuerpo, la arista cortante penetraba en la vagina; las piernas eran separadas mediante ataduras y al cuerpo se le impedía cualquier punto de apoyo. La tortura se agravaba colocando teas encendidas o fijando sobre el vientre una escudilla con un ratón vivo dentro, de manera que, por las contracciones provocadas por el dolor, la víctima provocaba una mayor presión sobre la arista y esta penetraba aún más, con las consecuencias que fácilmente podemos imaginar.
Quebranta rodillas. (1600 a 1800)
Usado para lacerar los brazos y las piernas y a menudo aplicado a la rodilla y al codo, articulaciones que los pinchos pueden destruir para siempre.
Rompe cráneos, veneciano S. XVIII
Este instrumento estaba compuesto por un casco finalizado en un torno con una manivela. El casco, a su vez estaba colocado en una estructura metálica que permitía que al girar la manivela, fuera bajando. Colocado alrededor de la cabeza, los pinchos, bajo la fuerza de la presión del tornillo, señalaban el cráneo que, junto con la fuerza bilateral de los pinchos gruesos provocaban la ruptura de los dientes, el quebranto de la mandíbula y de los huesos del cráneo, antes de estrujar su cerebro.,  hacían que se desprendiese el casquete craneal.

sábado, 10 de agosto de 2013

Instrumentos de tortura VIII

Las jaulas colgantes, Italia S. XVII, XVIII.
Hasta el fin del siglo XVIII, en los paisajes urbanos y suburbanos de Europa abundaban las jaulas de hierro y de madera adosadas al exterior de los edificios municipales, palacios ducales, palacios de justicia, a las catedrales y a las murallas de las ciudades, también colgando extramuros de altos postes cerca de los cruces de caminos; frecuentemente había varias jaulas en hilera. Gran cantidad de ejemplos subsisten hoy en día (por ejemplo en el palacio ducal de Mantua, en el ábside de la catedral de Münster en Alemania).
Las víctimas, desnudas o casi desnudas, eran encerradas dentro y colgadas. Sucumbían de hambre y sed, por el mal tiempo y el frío en invierno, por el calor y las quemaduras solares en verano; a menudo habían sido torturadas y mutiladas para mayor escarmiento. Los cadáveres en putrefacción generalmente se dejaban in situ hasta el desprendimiento de los huesos.
Jaulas y cadenas para ahorcar.
Se encerraba a la víctima, viva, dentro de la jaula y se la dejaba morir de hambre y sed, a la intemperie tanto en verano como en invierno y, a menudo, la muchedumbre enfurecida era quien la mataba.
Las cadenas tenían una finalidad diferente. La víctima, ahorcada con la soga a la manera tradicional (también víctimas ajusticiadas de otra forma), ya cadáver, era cubierta completamente con una envoltura de resina caliente aplicada en estado fluido.
Bien endurecida, esta envoltura constituía un eficaz retardador de la putrefacción: el cuerpo se mantenía relativamente intacto incluso durante meses, según las condiciones atmosféricas. Para prevenir el desprendimiento de los miembros, el cadáver era envuelto con cadenas o con correas de tela o de cuero, y así engalanado se colgaba en la plaza como amonestación pública.
El látigo para desollar.
Estos cordeles, en apariencia inofensivos, tenían una finalidad bien precisa: desollar. Eran empapados en una solución de sal y azufre disueltos en agua de manera que, debido a las características de la fibra de cáñamo y a los efectos de la sal y el azufre - por no hablar de las más de cien "estrellas" de hierro, afiladísimas, una al final de cada cuerda -la carne lentamente se reduce a pulpa hasta que sobresalen los pulmones, los riñones, el hígado y los intestinos. Durante este procedimiento la zona afectada se va remojando con la misma solución pero calentada hasta su ebullición.
La familia de los látigos es vasta. Sus miembros varían de tamaño desde gigantes como "el gato de nueve colas" y el Knut de los boyardos rusos, que podía lisiar un brazo y un hombro de un sólo golpe, hasta los más finos e insidiosos como el famoso nervio de toro, que con dos o tres golpes podía cortar la carne de las nalgas hasta llegar a la pelvis, y finalmente al de hilo trenzado.
Látigos de cadenas, Europa en general (1650 a 1900)
No se necesitan comentarios para estos artilugios, que parecen más armas de guerra que instrumentos de tortura; sin embargo, látigos más o menos similares pero en gran variedad - con 2, 3 y hasta 8 cadenas, provistas de muchas "estrellas", o bien hojas de acero cortantes - se usaban, y en cierta medida aún se usan, para flagelar el cuerpo humano.
La lengua de cabra.
El condenado era aprisionado por las piernas a un cepo, a continuación le bañaban la planta de los pies con agua salada y seguidamente ataban al cepo una cabra que habían tenido sin comer ni beber durante varios días. La cabra lamía la planta de los pies y, a veces sucedía, que la carne era consumida y el hueso podía llegar a asomar por el talón.
Máscaras infamantes, en la Europa germánica (1600 a 1800).
Estos artilugios, que existían en gran profusión de formas fantasiosas y, a veces, francamente artísticas, desde 1500 hasta 1800, se imponían a quienes habían manifestado imprudentemente su descontento hacia el orden, contra las convenciones vigentes, contra la prepotencia del poder machista o, de cualquier forma, contra el estado de las cosas en general. A través de los siglos millones de mujeres, consideradas "conflictivas" por su cansancio de la esclavitud doméstica y los continuos embarazos, fueron así humilladas y atormentadas de esta manera; así el poder político exponía el escarnio público a los desobedientes y a los inconformistas; y así el poder eclesiástico castigaba una larga lista de infracciones menores.
La inmensa mayoría de las víctimas eran mujeres y el principio que se aplicaba era siempre el de mulier taceat in ecclesia, "la mujer calle en la iglesia": significa aquí las jerarquías gobernantes, tanto eclesiásticas como seculares, ambas constitucionalmente misóginas; el sentido era por tanto "la mujer calla en presencia del macho". Muchas máscaras incorporaban piezas bucales de hierro , algunas de éstas mutilaban permanentemente la lengua con púas afiladas y hojas cortantes.
Las víctimas encerradas en las máscaras y expuestas en la plaza pública, eran también maltratadas por la multitud. Golpes dolorosos, ser untados con orina y excrementos, y heridas graves, a veces mortales, eran su suerte.
La mordaza o babero de hierro. (1600).
Este artilugio sofocaba los gritos de los condenados, para que no interrumpieran la conversación de los verdugos. La “caja" de hierro del interior del aro es embutida en la boca de la víctima y el collar asegurado en la nuca. Un agujero permite el paso del aire, pero el verdugo lo puede tapar con la punta del dedo y provocar asfixia. A los condenados a la hoguera eran amordazados de esta manera, sobre todo durante los "autos de fe" - tal como se llamaban esos grandes espectáculos públicos en lo que decenas de herejes eran quemados a la vez - porque los gritos hubieran interferido con la música sacra. Giordano Bruno, culpable de ser una de las inteligencias más luminosas de su tiempo, fue quemado en la plaza del Campo dei Fiori en Roma en 1600 con una mordaza de hierro provista de dos largas púas, una de las cuales perforaba la lengua y salía por debajo de la barbilla, mientras la otra perforaba el paladar.
La mutilación.
La amputación y pérdida de cualquier miembro del cuerpo humano son castigos antiquísimos, practicados por todas las sociedades en cualquier tiempo y lugar. Nariz, orejas, labios y dedos eran cortados, aplastados o abrasados en un primer nivel de severidad, para después pasar a manos, pies, senos y labios, y, en tercer lugar, se aplicaba a testículos, penes, brazos, piernas y ojos. También el corte de la carne en lonchas, como un jamón, la amputación de los párpados y el corte de algún tendón eran usos comunes en todo el mundo hasta finales del siglo XVIII. La guadaña de hierro era utilizada para la amputación de pies y manos. El cepo con un agujero en la parte posterior servía para triturar los dedos de la víctima mediante unas cuñas de hierro y madera golpeadas por un mazo hasta dejarlos completamente triturados.

martes, 6 de agosto de 2013

Instrumentos de tortura VII

El garrote vil.
El garrote vil, es el nombre con el que se conoce en España al garrote. Se introdujo en nuestro país a raíz del código penal de 1822. En 1832, se suprimió la horca y fue sustituida por el garrote vil, estando vigente desde entonces hasta 1978, como uno de los procedimientos utilizados para administrar la pena capital.
Hay dos versiones básicas de este instrumento casi legendario: la más extendida, en la cual el tornillo con una bola al final hace retroceder el collar de hierro matando a la víctima por la dislocación de la apófisis de la vértebra axis sobre el atlas en la columna cervical, es decir: se le rompe el cuello a la víctima, que muere de esta manera rápidamente, y la catalana , en la cual un punzón de hierro penetra y rompe las vértebras cervicales al mismo tiempo que empuja todo el cuello hacia adelante, aplastando la tráquea contra el collar fijo, matando, tanto por asfixia como por lenta destrucción de la médula espinal. Si la lesión producida aplasta el bulbo o rompe la cervical con corte medular, se produce un coma cerebral y la muerte es instantánea. Pero esto depende en gran medida de la fuerza física del verdugo y la resistencia del cuello del condenado, y la experiencia demostró que raramente sucedía así; la muerte solía sobrevenir por estrangulamiento, resultante de una serie de lesiones laríngeas e hioideas. La agonía se puede prolongar según la pericia del verdugo
El garrote, además de ser el nombre con el que se conocía un método de muerte, era la denominación que tomó un aparato de tortura, propio de la Inquisición. Este instrumento consistía en una mesa, a la que se le adosaban unos "garrotes" o prensas, que oprimían las piernas de la víctima, por un lado; y los brazos y pecho, por otro. Aplicando presión lentamente en aquellas zonas del cuerpo, se producía un intenso y agudo dolor al provocar el quebranto de los huesos.
El péndulo.
Mucho antes de que Galileo enunciara las leyes del péndulo simple, el Péndulo, era utilizado como método de tortura. Era el aperitivo con el que se abría una buena sesión de tortura.
Una tortura fundamental, que a veces constituye sólo una preparación de la víctima para ulteriores tormentos, es luxación de los hombros, codos y muñecas mediante la rotación violenta de los brazos hacia atrás y hacia arriba. Las manos de la víctima eran atados a su espalda y por ellas, era elevado.
La garrucha.
La garrucha era el nombre con el que se conoció en la España del siglo XV, al método de tortura conocido como el estrapado, propio de la época medieval. Consistía en atar al reo con las manos atrás e izarlo con una cuerda por medio de una polea, de ahí el nombre de garrucha. A la víctima se le colocaban pesos en los pies, para después cuando se encontraba elevado, dejarlo caer de golpe contra el suelo. Esto se repetía varias veces. Al izado, que podía provocar las luxaciones de las articulaciones de hombros, codos y muñecas, hay que sumar las posibles fracturas y magulladuras, en todo el cuerpo y piernas fundamentalmente, que producían las múltiples caídas.
Inmediatamente, los húmeros se desarticulan junto con la escápula y la clavícula, tal dislocación produce horribles deformaciones a menudo permanentes. La agonía se puede estimular mediante pesas agregadas progresivamente a los pies, hasta que al final el esqueleto se desmiembra tal como en el potro y en la escalera. Al final la víctima, paralizada, muere.
La guillotina.
Aunque asociada indeleblemente en la literatura, el cine, la televisión y la tradición cultural europea generalmente con la Revolución Francesa, 1789-93, y con la pena de muerte en Francia, la máquina que decapita por medio de una cuchilla que cae entre dos columnas acanaladas es en realidad mucho más antigua. Versiones pequeñas y primitivas se usaban para la ejecución de nobles, ya en el siglo XIV, en Escocia.
Fue el médico francés Joseph- Ignace Guillotin, nacido en Saintes en 1738 y elegido a la Asamblea Nacional en 1789, el primero en promover una ley que exigía que todas las ejecuciones, incluso las de presos comunes y plebeyos, se realizaran por medio de "una máquina que decapita de forma indolora". Una "muerte fácil" - por decirlo así - ya no era prerrogativa de nobles. Después de una serie de experimentos sobre cadáveres tomados de un hospital público, la primera de estas máquinas, se colocó en la Place de Gréve de París el 4 de abril de 1792 y la primera ejecución en la persona de un plebeyo asaltante de diligencias tuvo lugar el 25 del mismo mes. Pronto este ingenio iba a convertirse en el símbolo de los años 1792 - 94.
En seguida la ciencia descubrió un hecho nuevo y sorprendente (confirmado después por la neurofisiología moderna): una cabeza cortada, ya sea por hacha o guillotina, sabe que es una cabeza decapitada mientras rueda por el suelo o cae en la cesta - la conciencia sobrevive el tiempo suficiente para tal percepción. Después de la ejecución de Luis XVI y María Antonieta el 21 de enero 1793, la "máquina" llamada sólo así hasta ambos sucesos, se llamó también "la Loulsette" o "le Loulson"; sólo después de 1800 se extendió el término "guillotina". Como tal permaneció en uso en muchos países incluidos los Estados Pontificios y los Reinos de Piamonte y Nápoles borbónico hasta 1860; fue usada en Francia hasta la abolición de la pena de muerte bajo Mitterrand en 1981. Joseph-lgnace Guillotin murió pacíficamente en 1821, a la edad de ochenta y tres años.
El hacha y el tajo, en Europa en general.
Como se refiere en los casos de la espada del verdugo y de la guillotina, una “muerte fácil" era prerrogativa de las clases sociales privilegiadas. Los comentarios acerca de la espada son válidos igualmente para el hacha. Esta última se prefirió en Inglaterra, en el sur de Francia y en gran parte de Italia (la espada se empleaba preferentemente en territorios germánicos, en París y en el norte de Italia).
Hierros ardientes para marcar, en Europa (1700 a 1800)
Se usaban para marcar algunos condenados, generalmente en un hombro pero a menudo también en una mejilla o en la frente. El delito que él o ella había cometido era especificado por un código de letras o símbolos que todos en la localidad comprendían.
La horquilla del hereje o pie de amigo, posiblemente veneciano (1500 a 1700).
Fue utilizado por la Inquisición para obtener confesiones de herejía. Con cuatro puntas afiladísimas que se clavaban profundamente en la carne bajo la barbilla y sobre el esternón, la horquilla impedía cualquier movimiento de la cabeza pero permitía que la víctima murmurase, con voz casi apagada. En cambio si éste se obstinaba, y si la Inquisición era española, el hereje considerado "Impenitente” , se vestía con el traje característico y se le conducía a la hoguera, pero con la condición de la extremaunción; si en cambio el inquisidor era romano, se le ahorcaba o quemaba, sin el beneficio del traje pero siempre con el rito cristiano.