miércoles, 20 de marzo de 2013

Gargolas


Se asoman desafiantes en las cornisas de las grandes catedrales góticas. Monstruos infernales, imágenes grotescas, muecas burlonas o animales dantescos. Cualquier representación es buena si consigue su objetivo; custodiar el recinto sagrado de los embates del maligno. Son las defensoras pétreas, depositarias del encargo divino, son las gárgolas.
La leyenda que las formó.
Refiere la tradición oral francesa la existencia de un dragón llamado La Gargouille, descrito como un ser con cuello largo y reptilíneo, hocico delgado con potentes mandíbulas, cejas fuertes y alas membranosas, que vívia en una cueva próxima al río sena.
La Gargouille se caracterizaba por sus malos modales, tragaba barcos, destruia todo aquello que se interponía en la trayectoria de sus fiero aliento, y escupía demasiada agua, tanta que ocasionaba todo tipo de inundaciones.
Los habitantes del cercano Rouen intentaban aplacar sus accesos de mal humor con una ofrenda humana anual consistente en un criminal que pagaba así sus culpas, si bien el dragón prefería doncellas.
En el año 600 el sacerdote cristiano Romanus, llegó a Rouen dispuesto a pactar con el dragón si los ciudadanos de esta localidad aceptaban ser bautizados y construian una iglesia dedicada al culto católico.
Equipado con el convicto anual y los atributos necesarios para un exorcismo, Romanus dominó al dragón con la sola señal de la cruz, transformándolo en una bestia dócil que consintió ser trasladada a la ciudad, atado con una simple cuerda.
La Gargouille, fue quemado en la hoguera, excepción hecha de su boca y cuello que, acostumbrados al tórrido aliento de malos momentos que habia hecho pasar a los habitantes del lugar.
Esta curiosa leyenda, mas encantadora que real, viene a explicar el origen de la palabra gárgola como sinónimo de escupir agua con facilidad, intención primigenia de las esculturas ubicadas en las cornisas de iglesias y catedrales medievales.
El concepto de una proyección decorativa a través de la cual el agua se expulsase del edificio era conocido desde la antiguedad, siendo utilizado por egipcios, griegos, etruscos y romanos.
Mientras que los griegos tenían especial querencia por las cabezas de león, fueron los romanos los que utilizaron estos canalones decorativos con abundancia, tal y como lo demuestran los ejemplares de la ciudad de Pompeya, conservados intactos hasta la actualidad merced a la capa de lava que los cubrió durante la erupción del Vesubio, en el primer siglo de nuestra era.
Durante la edad media, las gárgolas se utilizaron como desagues y sumideros a través de los cuales se expulsaba el agua de lluvia, evitando que cayera por las paredes y erosionase la piedra.
Es esta la utilidad a la que se refieren todos los idiomas europeos, cuando idearon palabras para designar estos apéndices arquitectónicos; el italiano gronda sporgente, frase muy precisa, arquitectónicamente hablando, que significa canalón saliente; el alemán wasserpeider, que describe lo que una gárgola puede hacer, esto es, escupir agua; el español gárgola y el francés gargouille, que derivan del latín gargula; o el inglés gargoyle, derivado de los dos anteriores.
Las primeras gárgolas aparecen a comienzos del siglo XII. Es la época del gótico, concretamente durante el siglo XIII, cuando se transforman en el sistema predilecto de drenaje, si bien no todas ellas tenian esta utilidad.
Parece que los primeros ejemplos góticos de gárgolas son las que se pueden observar en la Catedral de Lyon, seguidas de las que pueblan Notre Dame de Paris.
Un arte terrorífico.
Es raro encontrar una gárgola sola. Generalmente suelen estar agrupadas en hileras, sobre los altos de iglesias y catedrales, a modo de una sociedad de gente de piedra.
Las gárgolas del primer gótico apenas si estaban elaboradas, pero según fueron proliferando, el diseño se fue haciendo cada vez mas elaborado, transformándose en auténticas obras de arte. El rasgo distintivo de sus expresiones es que nunca eran bellas sino intencionadamente horribles, grotescas e irónicas.
En general, el gótico se caracteriza por ser más realista que el románico, con la excepción de las gárgolas, que parecen perpetuar la fascinación, típicamente románica, por las criaturas grotescas y monstruosas.
Desde finales del siglo XIII las gárgolas se hicieron mas complicadas, abandonándose la representación de animale, que fueron reemplazados por figuras humanas. Aumentaron su tamaño y se transformaron en figuras más exageradas y caricaturizadas.
Las connotaciones demoniacas se abandonaron en el siglo XV, cuando se extremaron las poses y expresiones faciales, perdiendo sus significados religiosos y haciendose más cómicas.
Las gárgolas eran algo más que una decoración funcional, si bien su significado profundo permanece aún sin determinar. Entre las numerosas que pueblan los edificios medievales no se han podido encontrar dos iguales, demostración de la extraordinaria imaginación de sus constructores.
La documentación contemporánea a su elaboración ofrece muy poca ayuda en la resolución del enigma sobre su significado derivado, en gran medida, de la costumbre medieval por crear ambiguedad, lo que provoca y permite múltiples sentidos.
La gran variedad tanto en formas como en significados va en contra del uso tipicamente medieval, esto es, educativo; si se quería enseñar es evidente que debía entenderse el mensaje transmitido a través de las gárgolas no sólo en iglesias y catedrales, sino también en edificios seculares y casas privadas.
Guardianes de la fé.
Son muchas las explicaciones que se han intentado buscar, a lo largo de los siglos, para explicar el significado oculto de las gárgolas. Se han visto como símbolos de lo impredecible de la vida, pues nunca representan especies animales conocidas.
En otros casos, se ha dicho que son las almas condenadas por sus pecados, alas que se impide la entrada en la casa de Dios. ESta podría ser una interpretación apropiada, especialmente para las gárgolas mas visibles y terroríficas, que pueden servir como ejemplo moralista de lo que puede ocurrirle a los pecadores.
De todas las explicaciones posibles, la más adecuadad es aquella que nos habla de ellas como guardianes de la iglesia, signos mágicos que mantienen alejado al diablo. Esta interpretación puede explicar el porqué de tan diabólicos y espantosos aspectos y su ubicación fuera del recinto sagrado.
Esta línea argumental es la seguida por Richard de Fournival, obispo de Amiens en el siglo XIII, y autor de ROman d´Ablandade, donde se cuenta como el maestro cantero Flocars hizo dos gárgolas de cobre, que situó en la puerta de entrada a la ciudad de Amiens con la intención de que evaluaran las pretensiones de todo aquel que quisiera entrar en ella.
Si el individuo era malévolo, las gárgolas escupían un veneno sobre él que lo mataba, por el contrario, si era una buena persona, los guardianes se encargaban de escupir oro y plata.
Señales demoniacas.
Entre las posibles interpretaciones que se han atribuido a las gárgolas destacan aquellas que las asimilan a representaciones del demonio, tan presente en el imaginario colectivo medieval, que recuerda al cristiano la necesidad de seguir los preceptos religiosos si quiere escapar del infierno.
Así, muchas de las llamadas gárgolas grotescas parecen representar a dragones, diablos y demonios, símbolos del mal para el cristiano de la edad media.
El dragón fue el animal fantaástico más reproducido por el arte medieval. La palabra dragón deriva del sánscrito dric. que significa mirar. en referencia a la capacidad de este animal para destruir con sus ojos.
Mientras que otros, como el león, podían alternar su carácter maléfico y benéfico, según la representación que se considerase, el dragón siempre ha significado. dentro del arte occidental, maldad y destrucción. De esta forma, muchas veces se ha representado al diablo como un dragón.
Aunque el arte medieval no predeterminó una representación fija del dragón, si puede observarse en todos ellos la existencia de alas semejantes a las de un murcielago, animal asociado a la oscuridad y el caos. Alas que, probablemente, indican el origen angélico del demonio.
Como es de sobra conocido, antes que Lucifer se revelase y fuera expulsado del paraíso, era el más bello de todos los ángeles. Pero cuando cayó, toda su belleza se transformó en fealdad, cambiando su nombre por el de Satán, que significa adversario u oponente.
Si uno es el diablo, Satán, son muchos los demonios, espíritus maléficos servidores del ángel caído. Su representación en la iconografía medieval recoge todo lo que se repugnante y desagradable tenia la naturaleza; si Dios era el creador de todas las cosas bellas, su oponente Satán, sólo podía representar lo feo, sórdido y despreciable.
Ciertas gárgolas muestran estas caracteristicas, sólo atribuibles al demonio y sus servidores. Si bien la apariencia extrema es humana, hay numerosos signos demoniacos; los cuernos, las orejas animales puntiagudas, los colmillos, las barbas, las alas membranosas, la cola, los pies en forma de patas hendidas y desgarradoras, los cuerpos desprovistos de vello y el semblante amenazador.
Una gárgola con alguna de estas caracteristicas, sin todas, era inmediatamente asociada al mal, por parte de sus espectadores medievales.
La fisonomía polimórfica de estas gárgolas diabólicas era la expresión perfecta de la habilidad del demonio para transformarse, para presentarse ante el cristiano desprevenido bajo diversos disfraces.

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