DE TODAS
LAS ORGANIZACIONES QUE REIVINDICAN UN PASADO "TEMPLARIO", UNA DE LAS
MÁS INTRIGANTES ES LA QUE SE DENOMINA PRIORATO DE SIÓN. A DECIR VERDAD, HABRÍA
QUE CONSIDERARLA MÁS BIEN UNA ORDEN LIGADA AL TEMPLE Y AUTÓNOMA AL MISMO
TIEMPO.
Fue a partir de 1960 cuando la opinión
pública francesa se hizo eco de la existencia de una sociedad semi-secreta
autodenominada Priorato de Sión. Desde esa fecha se han publicado sus estatutos
y material procedente de las más diversas fuentes, no siempre contrastables, lo
que implica andar con pies de plomo alrededor de todo lo que rodea a dicha
organización. Entre sus presuntos afiliados nos encontramos con nombres como
Leonardo da Vinci, Victor Hugo o Isaac Newton, entre otros más o menos
conocidos. Es decir, que de ser ciertas las pretensiones del priorato, habría
albergado en sus filas como grandes maestres a algunas de las mayores
luminarias de la historia occidental, así como a miembros de las principales
familias reales y aristocráticas de Europa. Aunque parece indudable la
existencia actual de la organización, así como la de una antigua Orden de Sión
en la época de las Cruzadas, el caso de una continuidad entre ambas a través de
los siglos no está tan claro.
Cuentan las crónicas que en el año
1099, tras la conquista de Jerusalén, el gobernante de la ciudad Godofredo de
Bouillon fundó una misteriosa Orden sobre la abadía de Notre Dame du Mont Sión,
de la que poco se sabe. Sería más tarde dicha sociedad la que impulsaría la
creación de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, más conocidos como
Templarios.
De acuerdo con estas fuentes, al menos
cinco de los nueve fundadores del Temple pertenecían a su vez a la Orden de
Sión, y se podría decir que en principio el Temple era el brazo armado de la
anterior o incluso que ambas órdenes eran una sola, puesto que según parece
compartían el mismo Maestre. Sería el caso de André de Montbard, uno de los
caballeros originarios de la orden templaria y que llegaría a ser el máximo
dirigente de la misma. Pero el tío de San Bernardo consta asimismo como miembro
de Sión, con lo que podemos hacernos una idea del hermanamiento entre ambas.
Esta situación de confraternidad se
prolongaría durante aproximadamente unos sesenta años, hasta que en 1188, un
año después de la caída de Jerusalén en manos musulmanas, se produjo un cisma
entre las dos órdenes que produjo su separación definitiva. Según el Priorato
de Sión, de la pérdida de Tierra Santa sería en gran parte culpable la Orden
del Temple, y más concretamente su Maestre Gérard de Ridefort, a los que los
documentos "prioré" acusan de traición. Éste arrastró a los
Templarios a combatir en la batalla de los Cuernos de Hattin, que significó un
autentico desastre para los cruzados y propició la caída de Jerusalén. La
situación derivaría en que la Orden de Sión se trasladaría a Francia,
abandonando a los Templarios a su suerte, sus pupilos y protegidos hasta la
fecha. La ruptura de relaciones se simbolizó mediante la tala de un olmo de
ochocientos años, en la ciudad de Gisors. A partir de ese momento, la Orden de
Sión cambió su nombre por el de Priorato y se dedicó a sus propios objetivos.
Pero... ¿de que objetivos se trataba?
Supuestamente, la misión del Priorato consistiría
en proteger un gran secreto relacionado con los descendientes de la dinastía de
los reyes merovingios y restaurar en la monarquía de Francia a uno de sus
miembros. Su legítima descendencia, que se cree extinguida, habría sido
demostrada por unos pergaminos descubiertos en el pueblecito francés de
Rennes-le-Château. Para seguir conociendo al Temple, debemos profundizar ahora
en la intrigante misión que se ha impuesto el Priorato de Sión
2.- La sangre real: la custodia de un
gran secreto
El comportamiento del Priorato de Sión,
por lo que deja entrever en sus publicaciones, parece obedecer a un calendario
cuidadosamente preciso y planificado desde hace largo tiempo. Dan a entender de
que son los custodios de un secreto de importancia capital, del que tendrían
pruebas irrefutables. Se trataría de algo que los hace sumamente especiales y
que reviste su misión de un halo de atrayente misticismo.
Hay tradiciones que dan gran
importancia a María Magdalena, de quien se nos dice que tras la crucifixión de
Jesús llega a las Galias escoltada por José de Arimatea y portando el Santo
Grial. Según lo que podemos extraer de la concepción del Priorato, María
Magdalena sería la esposa de Jesús, y cuando viajó lo hizo embarazada o
acompañada de su progenie. Naturalmente aquí el término "Santo Grial"
debe comprenderse en el sentido de Santa Sangre, es decir, como la descendencia
física de Jesús, que se trasladó a las Galias y se continuó allí. La Iglesia
omite toda mención en su propia tradición del Santo Grial pues, lógicamente, no
le conviene. Es la lucha que hasta hoy subsistiría entre los herederos de Pedro
y los de María Magdalena, los herederos de la fe y los herederos de la Sangre.
Una vez en la actual Francia, este
linaje judío se unió matrimonialmente con el de los reyes francos, dando lugar
a los merovingios. Alrededor del año 500 d.c., con el bautismo y conversión del
rey Clodoveo, la Iglesia Romana se instauró como suprema autoridad espiritual
de Occidente. Se podría decir que fue un pacto entre Roma y los merovingios,
originando una alianza que debería engendrar un nuevo sacro imperio romano.
Pero parece que la lealtad de los francos a la Iglesia no era muy intensa, ya
que los merovingios seguían manteniendo simpatías por la religión arriana que
practicaban antes de su conversión al cristianismo. Doscientos años después, el
rey merovingio Dagoberto II fue asesinado junto con su familia por encargo de
su propio mayordomo de palacio, Pipino de Heristal. La Iglesia, viendo peligrar
su hegemonía, habría apoyado la conspiración. Con la muerte de Dagoberto y sus
descendientes la dinastía merovingia llegó a su fin, y comenzó la de los
mayordomos de palacio: los carolingios, que contaban con el apoyo eclesiástico.
Éstos, que eran a fin de cuentas unos usurpadores, trataron de legitimarse
casándose con princesas merovingias y continuaron con su reinado. Con
Carlomagno llegaron a abarcar un imperio que se extendía por la totalidad de la
Europa occidental y lo gobernaban al servicio de Roma.
Pero podría ser que la dinastía
merovingia no se extinguiese con Dagoberto II. Según afirma el Priorato de
Sión, los merovingios, la estirpe de Jesús, sobrevivieron a través de un hijo
de Dagoberto que se habría salvado del asesinato de su familia. Se llamaba
Sigisberto IV, y entre sus descendientes estaría más tarde Godofredo de
Bouillon. Sabemos por los Evangelios que Jesús era de sangre real y de la
estirpe de David. Es decir, Jesús era el heredero legítimo del trono de
Jerusalén. Sus más incondicionales seguidores eran los nacionalistas zelotes,
unos fanáticos integristas que aspiraban a expulsar al gobierno títere
prorromano y reinstaurar el verdadero linaje real. En las Cruzadas, con la
conquista de Jerusalén y la coronación de Godofredo de Bouillon, un heredero de
Jesús recuperó su patrimonio legítimo volviendo a ser rey de la Santa Ciudad.
Es posible que dada la hegemonía de la
Iglesia en la época, Godofredo nunca pudiera reivindicar como quisiera su
linaje y su derecho. A fin de cuentas, Roma estaría detrás de la traición a su
familia y aunque no sabemos si la Iglesia estaba al tanto o no del linaje del nuevo
rey, una revelación pública podría haber sido muy peligrosa. Godofredo habría
entonces, para proteger el secreto de ese linaje sagrado, creado la Orden de
Sión y su brazo armado, la Orden del Temple. Curiosamente, las leyendas
griálicas que surgieron en la Edad Media, presentan a los Templarios como los
custodios del Santo Grial.
Así pues, el Santo Grial sí sería el
portador de la sangre de Cristo, pero no en el sentido simbólico de un
recipiente, sino de su descendencia: los portadores de su sangre. Y este sería
el gran secreto del Priorato de Sión. Secreto compartido también por los
Caballeros del Temple. Ahora se entiende porque los Templarios asociaron el culto
de la Diosa Madre a la Magdalena (ver leyenda "El culto a las vírgenes
negras"), pues ésta representaba la base de su existencia al identificarse
con la madre del linaje perdido, la portadora del Grial.
El propio Priorato, los Templarios, o
puede que ambos, desarrollando una estrategia a largo plazo, habrían protegido
a los herederos del Rey de Israel con el objetivo de conseguir la dominación
mundial bajo la égida de la dinastía davídica.
No hace falta decir que las
circunstancias históricas no permitieron que el objetivo se cumpliera. Tras la
caída de Jerusalén y la pérdida de Tierra Santa el proyecto se fue a pique. Los
herederos de David se vieron una vez más sin corona y la existencia de la Orden
del Temple se hizo innecesaria. Algunos tratan de ver en esto una explicación
de porque los Templarios no se resistieron cuando fueron apresados por las
tropas de Felipe IV. Sin posesiones en Ultramar, separados de la Orden de Sión
y con los descendientes de los merovingios nuevamente en la sombra, ya no
tenían razón de ser.
El Priorato de Sión, que tras la desaparición del Temple se dedicó a
manejar los hilos que rigen Europa desde la clandestinidad en pos de sus
objetivos, asegura que pronto se producirá un vuelco en la situación política
francesa que preparará el camino para la restauración de una monarquía. ¿Se
cumplirán los objetivos de Sión y del Temple ocho siglos después? ¿Seremos
testigos de cómo un descendiente merovingio recupera el trono de Francia? El
tiempo lo dirá.
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