La doncella de hierro.
La historia de la tortura
registra muchos instrumentos con forma de sarcófago antropomorfo con dos
puertas, y clavos en su interior que penetraban, al cerrar las puertas, en el
cuerpo de la víctima. El ejemplo más conocido ha sido siempre la llamada
"doncella de hierro" (die eiserne - ingfrau) del castillo de
Nuremberg, destruida con los bombardeos de 1944.
Es difícil separar la leyenda de
los hechos referentes a este aparato ya que la mayoría del material publicado
se basa en investigaciones del siglo XIX distorsionadas por el romanticismo y
fantasiosas tradiciones orales. La primera referencia a una ejecución con la
doncella de la que tenemos noticia procede del 14 de agosto de 1515 aunque el
instrumento para entonces había sido usado ya durante varias décadas. Ese día
un falsificador de monedas fue introducido y las puertas cerradas lentamente,
por lo tanto, las puntas afiladísimas le penetraban en los brazos, en las
piernas en varios lugares, en la barriga, en el pecho, en la vejiga, en la raíz
del miembro, en los ojos, en los hombros y en las nalgas, pero no tanto como
para matarlo, y así permaneció haciendo gran griterío y lamento durante dos
días, después de los cuales murió . Es probable que los clavos de entonces
fueran desmontables y se pudieran colocar en varios alojamientos practicados en
el interior, con fines más o menos letales, más o menos mutilantes según las
exigencias de la sentencia.
Las más sofisticadas disponían de
clavos móviles, siendo regulables en altura y número, para acomodar la tortura
a las medidas del "delito" del torturado. Además, podemos encontrar
desde el modelo más básico, que es un sarcófago de hierro puro y duro; hasta
las más refinadas obras de arte, ricamente decoradas con relieves.
El empalamiento
La práctica de esta forma de
tortura, reservada a los prisioneros de guerra, tuvo una amplia difusión en
toda la Europa medieval, si bien sus orígenes se encuentran indiscutiblemente
en el Medio Oriente. De hecho con el fin de aterrorizar a los enemigos, los
asirios, y posteriormente los turcos, solían empalar a los prisioneros
exponiéndolos sobre las almenas de los castillos conquistados o ante las
fortalezas asediadas. Este suplicio consistía en traspasar el cuerpo del
condenado con un palo de madera fijado verticalmente en suelo tras haber sido
introducido por el verdugo por el ano de la víctima. Con el paso del tiempo, y
debido al propio peso de cuerpo, el palo seguía penetrando en interior hasta
llegar incluso a salir. La víctima, inmovilizada en esa posición no podía hacer
nada sino esperar que la muerte pusiera fin a su atroz agonía pero la crueldad
horriblemente refinada del verdugo hacía que ésta llegara tan sólo después de
muchos días De hecho, cuando el palo era introducido en el cuerpo tenía una
inclinación tal que evitaba lesionar órganos vitales. Además la punta era
convenientemente redondeada para que penetrara mucho más lentamente.
El enterramiento cabeza abajo
El sospechoso o acusado era
enterrado cabeza abajo Más que una tortura era realmente una pena capital
porque aunque había tomado la decisión de confesar y había gritado su confesión
era sacado del agujero siempre demasiado tarde para oír su confesión. En
algunas regiones las solteras jóvenes que habían sido seducidas fueron enterradas
en tumbas cubiertas con espinas.
La espada del verdugo, en
Alemania (S. XVII y XVIII)
La decapitación con espada, una
distracción pública en Europa central y nórdica hasta hace unos ciento
cincuenta años y practicada aún en otras partes del mundo, se hace con un corte
horizontal.
En cambio el hacha era más común
en la Europa mediterránea, ésta es utilizada, incluso, actualmente. Se necesita
un largo aprendizaje para perfeccionar la fuerza y el acierto del golpe, los
verdugos se mantenían en forma entrenándose con animales en los mataderos y con
simulacros de condenados provistos de "cabezas" de calabaza. La
decapitación, pena “suave" si se realizaba con habilidad se reservaba
exclusivamente para condenados nobles o personas importantes... los plebeyos eran
ejecutados - y estamos hablando únicamente de esas ejecuciones que no preveían
intencionadamente métodos dolorosos - con procedimientos que causaban agonías
prolongadas. El más corriente de éstos era y sigue siendo el ahorcamiento
común, en el cual la víctima es izada y dejada estrangular (al contrario que el
llamado "a la inglesa", que hace caer a la víctima con el lazo al
cuello para fracturar las vértebras cervicales y la médula espinal, la mayoría
de las veces).
La flauta del alborotador, en
Europa en general (1700 a 1800)
Los instrumentos de tortura
hechos más o menos con esta forma - trompeta, trombón, flauta dulce, oboe,
etc., hechos de madera latón o hierro - probablemente son de origen holandés, y
se asocian principalmente con los siglos XVII y XVIII, aunque se conocen
representaciones anteriores y posteriores. El collar de hierro cerraba por
detrás del cuello de la víctima, y sus dedos colocados como los de un músico
bajo las muescas hechas a propósito en la mordaza, eran apretados a voluntad del
verdugo pudiendo éste producir desde dolor soportable hasta el aplastamiento de
carne, huesos v articulaciones.
Esta tortura era, sobre todo, una
forma de exposición a la vergüenza pública, con todas las consecuencias
habituales, dolorosas y a veces fatales que marcaban la suerte de los así
expuestos. Se imponía para castigar delitos menores: conflictividad, blasfemia
en primer grado, palabrería soez, alterar el orden, etc..
Garras de gato o cosquilleador
español, en Europa en general (1600 a 1800)
Grandes casi como cuatro dedos de hombre, estos artefactos, montados
encima de un mango, se usaban para reducir a tiras la carne de la víctima y
extraerla de los huesos, en cualquier parte del cuerpo: cara, abdomen, espalda,
extremidades, senos.
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