CAPITULO XIV
GENERO MENTAL
Los estudiantes de psicología que han seguido atentamente el tren
del pensamiento moderno en lo que respecta a los fenómenos mentales habrán
quedado extrañados de la rara insistencia de la idea o concepto de la dualidad
mental que se ha manifestado tan fuertemente durante los diez o quince años
últimos, y que ha dado origen a gran número de plausibles teorías concernientes
a la naturaleza y constitución de esa "doble mente". El difunto
Thomson J. Hudson alcanzó gran popularidad en 1983 al enunciar su conocida
teoría sobre las "mentes objetiva y subjetiva", que, según sostenía,
existían en cada individuo. Otros autores han llamado igualmente la atención
con sus teorías referentes a las mentes "consciente y subconsciente",
mentes voluntaria e involuntaria, mente activa y pasiva, etc. Esas teorías
podrán diferir según cada autor, pero siempre queda el principio básico que es
el de la dualidad mental.
El
estudiante de la filosofía hermética se siente tentado por la sonrisa cuando
lee y oye hablar de esas numerosas teorías nuevas, respecto a la dualidad d3e
la mente, adhiriéndose cada escuela tenazmente a su propia doctrina,
proclamando cada una con empeño que ha sido ella la que ha descubierto la
verdad. El estudiante que hojee el libro de la historia oculta encontrará en su
mismo principio referencias a las antiguas enseñanzas herméticas sobre el
principio del género. Y si prosigue su examen, encontrará que esa antigua
filosofía conoció el fenómeno de la dualidad mental y la explicó mediante la
teoría del género en la mente. Este concepto del género mental puede ser
explicado en pocas palabras a los estudiantes que ya se han familiarizado con
las teorías modernas que aluden al mismo. El principio masculino de la mente
corresponde a la llamada mente objetiva, mente consciente, mente voluntaria o
activa, etc., en tanto que el principio femenino corresponde a la llamada mente
subjetiva, subconsciente, involuntaria, pasiva, etc.
Por supuesto, la enseñanza hermética no concuerda con las muchas
teorías modernas concernientes a las dos fases de la mente, ni admite muchos de
los hechos proclamados por esas escuelas en apoyo de ese doble aspecto. Si
indicamos la base de la concordancia es para facilitar al estudiante la
asimilación de los conocimientos adquiridos con anterioridad sobre la filosofía
hermética. Los estudiantes de Hudson conocerán la proposición que se hace en el
principio del segundo capítulo de su obra "The Law of Psychic Phenomena" (la Ley de los Fenómenos
Psíquicos), que dice: "la jerigonza mística de los filósofos herméticos
expresa la misma idea general"... o sea la dualidad de la mente. Si el
doctor Hudson se hubiera tomado el trabajo de descifrar algo más "la
jerigonza mística de la Filosofía Hermética" hubiera recibido mucha luz
sobre el punto de la dualidad de la mente; pero entonces, quizás, su obra más
interesante no hubiera sido escrita. Consideremos ahora las enseñanzas
herméticas concernientes al género mental.
Los instructores herméticos imparten enseñanzas concernientes a
este punto, pidiendo a sus discípulos que se atengan al proceso de su propia
conciencia, a su propio yo. El discípulo fija entonces su atención internamente
sobre el ego que está en cada uno de nosotros. Cada estudiante ve que su propia
conciencia le da como primer resultante de la existencia de su yo: "Yo
Soy". Esto, al principio, parece ser la palabra final de la conciencia,
pero un examen ulterior desprende el hecho de que esto "yo soy" puede
separarse en dos partes distintas o aspectos que, si bien trabajan al unísono y
en conjunción, sin embargo puede ser separadas en la conciencia.
Si bien al principio parece que solo existe un único Yo, un
examen más cuidadoso revela que existe un "yo" y un "mí".
Este par mental difiere en características y naturaleza, y el examen de esta,
así como de los fenómenos que surgen de la misma, arrojan gran luz sobre muchos
de los problemas de la influencia mental.
Comencemos
considerando el "mí", que generalmente se confunde con el
"yo", si no se profundiza mucho en los recesos de la conciencia. El
hombre piensa de sí mismo (en su aspecto de "mí" o "me")
como si estuvieran compuesto por ciertos sentimientos, agrados, gustos, y
disgustos, hábitos, lazos especiales, características, etc., todo lo cual forma
su personalidad, o el ser que conoce él mismo y los demás. El hombre sabe que
estas emociones y sentimientos cambian, que nacen y mueren, que están sujetos
al principio del Ritmo y al de la Polaridad, cuyos principios lo llevan de un
extremo a otro. También piensa de sí mismo como cierta suma de conocimientos agrupados
en su mente, que forman así una parte de él.
Éste es el "mí" o "me" del hombre.
Pero quizás hemos precedido demasiado aprisa. El "mí"
de muchos hombres está compuesto en gran parte de la conciencia que tiene de su
propio cuerpo y de sus apetitos físicos, etc. Y, estando su conciencia
limitadas en alto grado a su naturaleza corporal, prácticamente "viven
allí2. Algunos hombres van tan allá en esto que consideran su apariencia
personal como parte de su "mí", y realmente la consideran parte de sí
mismo. Un escritor dijo con mucho humorismo en una oportunidad que el hombre se
compone de tres partes: "Alma, cuerpo y vestidos". Y esto haría que
muchos perdieran su personalidad si se les despojara de sus vestidos. Pero, aun
aquellos que no están tan estrechamente esclavizados con la idea de su
apariencia personal, lo están por la conciencia de sus cuerpos. No pueden
concebirse sin él. Su mente les parece que es algo "que pertenece" a
su cuerpo, lo que, en muchos casos, es realmente cierto.
Pero conforme el hombre adelanta en la escala de la conciencia,
va adquiriendo el poder de desprender a su "mí" de esa idea corporal,
y puede pensar de su cuerpo que es algo "que pertenece" a su propia
parte mental. Pero aun entonces es muy capaz de identificar el "mí"
completamente con sus estados mentales, sensaciones, etc., que siente existen
dentro de él. E identificará esos estados consigo mismo, en vez de estimarlos
como simples "cosas" producidas por su mentalidad, existentes en él,
dentro de él y proviniendo de él, pero que, sin embargo, no son él mismo. Puede
comprobar también que esos estados cambian mediante un esfuerzo volitivo, y que
es capaz de producir una sensación o estado de naturaleza completamente opuesta
de la misma manera, y, sin embargo, sigue existiendo siempre el mismo
"mí". Después de un tiempo, podrá así dejar a un lado esos diversos
estados mentales, emociones, sentimientos, hábitos, cualidades, características
y otras posesiones personales, considerándolas como una colección de cualidades,
curiosidades o valiosas posesiones del "no mí". Esto exige mucha
concentración mental y poder de análisis de parte del estudiante. Pero ese
trabajo es posible, y hasta los que no están muy adelantados pueden ver, en su
imaginación, como se realiza el proceso descripto.
Después de realizado ese ejercicio el discípulo se encontrará en
posesión consciente de un "Ser" que puede ser considerado bajo su
doble aspecto del "yo" y de "mí". El "mí" se
sentirá como algo mental en lo que pueden producirse los pensamientos, ideas,
emociones, sentimientos y otros estados mentales. Puede ser considerado como si
fuera la "matriz mental", según decían los antiguos, capaz de generar
mentalmente. Este "mí" se denuncia a la conciencia poseyendo poderes
de creación y generación latentes, de todas clases. Su poder de energía
creadora es enorme, según puede sentirlo uno mismo. Pero, a pesar de todo, se
tiene la conciencia de que debe recibir alguna forma de energía, bien del mismo
"yo", inseparable compañero, o bien de algún otro "yo", a fin
de que así pueda producir sus creaciones mentales. Esta conciencia aporta
consigo una realización de la enorme capacidad de trabajo mental y de poder
creador que encierra.
El estudiante encuentra pronto que no es todo lo que hay en
conciencia íntima, pues ve que existe un algo mental que puede
"querer" que el "mí" obre de acuerdo con cierta línea
creadora y que, sin embargo, permanece aparte, como testigo de esa creación
mental. A esta parte de sí mismo se le da el nombre del "yo". Y puede
reposar en su conciencia a voluntad. Allí se encuentra, no una conciencia de
una capacidad de generar y crear activamente en el sentido del proceso gradual
común a las operaciones mentales, sino más bien de la conciencia de una
capacidad de proyectar una energía del "yo" al "mí":
"Querer" que la creación mental comience y proceda.
También se experimenta que el "yo" puede permanecer
aparte, testigo de las operaciones o creaciones mentales del "mí".
Este doble aspecto existe en la mente de toda persona, el "yo"
representa al Principio Masculino del género mental, y el "mí" al
Principio Femenino. El "yo" representa el aspecto de Ser; el
"mí" el aspecto de "devenir". Se notará que el principio de
correspondencia opera en este plano lo mismo que en el que se realiza la
creación del Universo. Los dos son parecidos, si bien difieren enormemente de
grado. "Como arriba es abajo, como abajo es arriba".
Estos aspectos de la mente - los principios masculinos y
femeninos - el "yo" y el "mí" - considerados en relación
con los fenómenos psíquicos y mentales ya conocidos, dan la clave maestra para
dilucidar la operación y manifestación de esas nebulosas regiones de la mente.
El principio del género mental aporta la verdad que se encierra en todo el
campo de los fenómenos de influencia mental.
La
tendencia del principio femenino es siempre la de recibir impresiones, mientras
que la tendencia del masculino es a darlas o a expresarlas. El principio
femenino tiene un campo de acción mucho más variado que el masculino. El
principio femenino conduce el trabajo de generar nuevos pensamientos,
conceptos, ideas, incluso la obra de la imaginación. El masculino se contenta
con el acto de "querer" en sus varias fases. Sin embargo, sin la
ayuda activa de la voluntad del principio masculino, el femenino puede
contentarse con generar imágenes mentales que son el resultado de impresiones
recibidas del exterior, en vez de producir creaciones mentales originales.
Las personas que pueden prestar continuada atención a un sujeto
emplean activamente ambos principios mentales: el femenino, en el trabajo
activo de la generación mental, y el masculino en estimular y dar energía a la
porción creadora de la mente. La mayoría apenas hace uso del principio
masculino, y se contenta con vivir de acuerdo con los pensamientos e ideas que
se filtran en su "mí" y provienen del "yo" de otras
mentalidades. Pero no es nuestro propósito detenernos en esta faz del asunto,
cosa que puede estudiarse en cualquier tratado bueno de psicología, con la
clave ya indicada sobre el género mental.
El estudiante de los fenómenos psíquicos conoce la realidad de
los maravillosos fenómenos clasificados como telepatía, influencia mental,
sugestión, hipnotismo, etc. Muchos han buscado explicación a estas diversas
fases de los fenómenos, siguiendo las teorías de dualidad mental promulgadas
por los diferentes instructores. Y, hasta cierto punto, están en lo cierto,
porque, realmente existe una manifestación clara y definida de dos fases
distintas de actividad mental. Pero si esos estudiantes consideran esa dualidad
a la luz de las enseñanzas herméticas concernientes a la vibración y al género
mental, verían que la clave tan buscada la tienen al alcance de la mano.
En los fenómenos telepáticos se ve que la energía vibratoria del
principio masculino se proyecta hacia el principio femenino de otra persona, y
que esta última absorbe ese pensamiento y le permite desarrollarlo y madurarlo.
En la misma forma obra la sugestión y el hipnotismo. El principio masculino de
una persona da la sugestión dirigiendo una corriente de energía o poder
vibratorio hacia el principio femenino de otra, y ésta, al aceptarla, la hace
suya y piensa en consecuencia. Una idea así alojada en la mente de otra persona
crece y se desenvuelve, y a su tiempo es considerada como una verdadera
creación mental del individuo, mientras que en realidad no es más que el huevo
de un cuco puesto en el nido del gorrión, pues aquel pájaro pone sus huevos en
un nido ajeno. El proceso normal es que el principio masculino y el femenino de
una persona obren coordinada y armoniosamente conjuntamente. Pero,
desgraciadamente, el principio masculino del hombre corriente es demasiado
inerte y perezoso para obrar y el y el despliegue de poder volitivo es muy
ligero, y, en consecuencia, la mayoría está dirigida por las mentes y
voluntades de los demás a quienes se permite querer y pensar por uno mismo.
¿Cuántos pensamientos u obras originales hace el hombre corriente? ¿No es la
mayoría de los hombres simple sombra o eco de los que tienen una mente o
voluntad más fuerte que la suya? La perturbación proviene de que el hombre
corriente descansa casi completamente en su conciencia del "mí" y no
comprende que, realmente tiene un "yo". Está polarizado en su
principio femenino mental, y su principio masculino, en el que reside la
voluntad, está inactivo e inerte.
El hombre fuerte del mundo manifiesta invariablemente el
principio masculino de voluntad, y su fuerza depende materialmente de este
hecho. Y en vez de vivir en las impresiones que le producen otras mentalidades,
domina su propia mente, mediante su voluntad, obteniendo así la clase de
imágenes mentales que quiere y domina y dominando así también las mentes ajenas
de la misma manera.
Contémplese
un hombre fuerte y véase como se las arregla para implantar sus gérmenes mentales
en la mente de las masas, obligándolas así a pensar de acuerdo con sus deseos.
Este es el porqué las masas son como rebaños de carneros, que nunca originan
una idea propia ni emplean sus propios poderes y actividades mentales.
La manifestación del género mental puede notarse en todas partes
diariamente. Las personas magnéticas son las que pueden emplear su principio
masculino para imprimir sus ideas sobre los demás. El actor que hace reír o
llorar a la concurrencia está haciendo uso de este principio. Igualmente sucede
con el orador, político, predicador o cualquier o cualquier otro que atraiga la
atención pública. La influencia peculiar que ejerce un hombre sobre otro es
debido a la manifestación del género mental según las líneas vibratorias ya indicadas.
En este principio está el secreto del magnetismo personal, de la fascinación,
etc., así como también de los fenómenos agrupados bajo el nombre de hipnotismo.
El estudiante que se ha familiarizado con los fenómenos
generalmente denominados psíquicos habrá descubierto la importante parte que
desempeña en los citados fenómenos esa fuerza que la ciencia llama
"sugestión", por cuyo término se indica el proceso o método por el
cual se transfiere una idea o se imprime sobre la mente de otro, obligando así
a la segunda mentalidad a obrar concordantemente. Una verdadera comprensión de
la sugestión es necesaria para comprender inteligentemente los varios fenómenos
psíquicos a que la sugestión da origen. Pero aun es más necesario el
conocimiento de la vibración y del género mental, porque todo el principio
sugestivo depende de estos.
Los escritores sobre la materia de sugestión dicen que la mente
objetiva o voluntaria es la que hace la impresión mental, o sugestión, sobre la
mente subjetiva o involuntaria. Pero no describen el proceso ni indican alguna
analogía mediante la cual sea más fácil comprender la idea. Si se contempla el
asunto a la luz de las enseñanzas herméticas, se verá que la energización del
principio femenino por la energía vibratoria del masculino está de acuerdo con
las leyes universales de la naturaleza, y el mundo natural ofrece innumerables
analogías que facilitan la comprensión del principio. En realidad, la doctrina
hermética afirma que la misma creación del universo obedece a dicha ley y que
en todas las manifestaciones creadoras sobre los planos espiritual, mental, y
físico, siempre está en operación el principio de género: la expresión de los
principios masculino y femenino. "Como es arriba es abajo, como es abajo
es arriba". Y aun más que esto: cuando se comprende este principio se es
capaz de clasificar inteligentemente de inmediato los variados fenómenos
psicológicos, en vez de quedarse confuso ante ellos. El principio realmente
trabaja en la práctica, porque está basado sobre las leyes universales e
inmutables de la vida.
No entraremos ahora en una dilucidación detallada de los diversos
fenómenos concernientes a la influencia mental o a la actividad psíquica. Hay
muchos libros, en su mayor parte muy buenos, que se han escrito últimamente
sobre el asunto. Los hechos principales señalados en esas obras son exactos,
aunque los diversos autores tratan de explicarlos por las diferentes teorías de
su propia cosecha. El estudiante puede familiarizarse con estas materias, y
utilizando la doctrina del género mental podrá coordinar convenientemente la
masa caótica de teorías y enseñanzas en conflicto, y podrá, además, adueñarse
completamente del asunto si a ello se sintiera inclinado. El objeto de esta
obra no es el de dar una explicación extensa de los fenómenos psíquicos, sino
más bien el de indicar sencillamente la clave maestra que abre las muchas
puertas que conducen al Templo del Saber, si se desea explorar su interior.
Creemos que al examinar las enseñanzas encerradas en el "Kybalion" es
fácil encontrar la explicación de muchas dificultades que confunden. De nada
sirve entrar en detalles referentes a las muchas características de los
fenómenos psíquicos y mentales si al estudiante le son dados los medios para
comprender el asunto que atrae su atención. Con la ayuda del
"Kibalion" se puede entrar en cualquier biblioteca, pues la antigua
luz de Egipto iluminará las páginas confusas y los problemas obscuros. Éste es
el verdadero objeto de esta obra. No venimos a exponer una filosofía nueva,
sino a suministrar las bases fundamentales de la antigua enseñanza universal
que esclarece todas las doctrinas, y que servirá para conciliar todas las
teorías, por diferentes u opuestas que parezcan.
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