Inventada en 1888, miles de
personas han sido ajusticiadas en la que los americanos llaman "The Hot
Seat". Se trata de una silla de madera común, provista de correas y de
electrodos de cobre: estos últimos se colocan en las muñecas, en la cabeza y en
los tobillos, mientras que un estetoscopio se aplica al corazón para comprobar
el deceso de la víctima. Después de haber asegurado el prisionero a la silla,
con la cabeza afeitada con anterioridad para garantizar un efectivo contacto
entre los electrodos y la piel, se coloca una máscara sobre el rostro para
evitar que los ojos salgan de sus órbitas en el momento en que la corriente
atraviesa el cuerpo.
En las ejecuciones actuales se
transmiten tres descargas eléctricas por breves periodos. La primera, de 2000
voltios, causa una contracción tan violenta que lanza el cuerpo hacia adelante
contra las ataduras que lo sujetan a la silla. Las dos descargas sucesivas son
de aproximadamente 1000 voltios con una duración que varia de 3 a 4 minutos.
La silla eléctrica provoca
efectos visiblemente devastadores: el condenado llega a defecar, orinar o
vomitar sangre; los órganos internos se queman y la piel queda ennegrecida
completamente. La temperatura del cuerpo alcanza los 138-140 grados, la sangre
hierve literalmente. Los testigos, en efecto, mencionan siempre un olor a carne
quemada. Los funcionarios se ven obligados a colocarse vaselina en los
orificios de la nariz para no percibir el terrible olor y a tirar a la basura
los vestidos puestos durante la ejecución.
La primera descarga eléctrica
debería causar la pérdida de conocimiento; desgraciadamente se han producido
diferentes casos en que esto no se ha verificado, además al final de las tres
descargas algunos órganos vitales han continuado funcionando siendo necesario otras descargas de un voltaje y de
una duración mayor. La silla eléctrica entró en vigor como método de ejecución
capital en 1889 sustituyendo a la horca en muchos estados de América. Pocos
saben que este invento nació involuntariamente como resultado de las luchas
surgidas para el reparto del mercado de la energía eléctrica entre dos magnates
de la industria: Thomas Edison, productor de energía eléctrica continua, y
Westinghouse, productor de energía de corriente alterna. Edison, en efecto,
para demostrar la peligrosidad de la corriente alterna producida por su
adversario, encargó al ingeniero Harold P. Brown efectuar una demostración
técnica, utilizando animales como conejillos de indias, y someterla a una
comisión parlamentaria de encuesta. De esta manera la electrocución se adoptó
en el Estado de New York como método más "humano y eficaz".
El primer condenado a muerte,
designado para inaugurarla, fue, en 1889, Joseph Chappleau; pero por alguna
deficiencia técnica, no logrando provocar su muerte después de aproximadamente
una hora con continuas descargas, fue agraciado y se le conmutó la pena a
cadena perpetua. En 1900 fue ajusticiado, en la prisión de Auburn William
Kerriler condenado por haber descuartizado a su mujer con un hacha. El cuerpo
de Kerriler quedó prácticamente asado después de varios intentos de los
ejecutores buscando la adecuada intensidad de voltaje y frecuencia de las
descargas.
A pesar del horror que cada
ejecución provocaba con su anuncio, la silla eléctrica no ha encontrado muchos
adversarios en los Estados Unidos hasta el punto de convertirse en el más
popular método de ejecución. La silla eléctrica es considerada un instrumento
fundamental del 11 progreso industrial" aunque, en realidad, se trata
solamente de una máquina de tortura antigua perfeccionada por las conquistas de
la civilización moderna.
El suplicio del agua.
Entre los suplicios más atroces
estaba, y está, el de agua. La víctima es inclinada con los pies hacia abajo y
obligada a engullir inmensas cantidades, generalmente por medio de un embudo en
la boca mientras la nariz es tapada, lo cual fuerza a tragar todo el contenido
del embudo antes de poder respirar una bocanada de aire. Sólo el terror de la
asfixia repetido infinitas veces, es de por sí un tormento angustioso.
Cuando el estómago se distiende e
hincha de manera grotesca, se inclina la víctima con la cabeza hacia abajo; la
presión contra el diafragma y el corazón ocasiona estados de sufrimientos
inimaginables, sufrimientos que el verdugo aumenta golpeando el abdomen.
Este tratamiento se aplica
ampliamente hoy en día porque es fácil de administrar y no deja marcas
delatoras.
Suplicio de la cruz.
Antes de que la cruz apariencia
en Oriente con la conquista romana, ya Asiríos Y Hebreos solían atar a un palo
los cadáveres de los criminales para hacer públicos tanto sus delitos como la
eficacia de la justicia.
En Roma, en el periodo
republicano, como pena capital para los esclavos y los no ciudadanos, fue
introducida la práctica de atarlos a un palo, a menudo con la cabeza hacia
abajo, y azotarlos. Después se añadió al palo una barra transversal de madera
(Patibultim) colocada encima o un poco más abajo, formando una cruz en forma de
Tau o en forma Latina, sobre la que el condenado era atado y clavado con los
brazos extendidos y con los pies colocados sobre un atril, para evitar el
desgarramiento de las manos. Se le dejaba expuesto en estas condiciones hasta
que le llegaba la muerte. Una tablilla (Titultis) indicaba su nombre y el motivo
de la condena. Normalmente el palo permanecía hincado permanentemente en el
lugar de la ejecución, mientras que el patibulum lo hacían llevar al condenado.
Reservado a los esclavos y a los
grandes criminales de origen humilde, el infamante suplicio de la cruz fue
aplicado a Cristo, con la aprobación y la ejecución de la condena por parte del
procurador Poncio Pilato y de los soldados romanos.
El suplicio del suspendimiento.
Desde la antigüedad, el suplicio
del suspendimiento era un sistema de tortura básico en los procedimientos de
“quaestio per tormenta" (interrogatorio judicial realizado mediante
torturas hasta obtener la confesión de la verdad). A menudo constituía una mera
preparación para infligir posteriormente otros tormentos a la víctima. Durante
la Edad Media se mantuvo esta usanza con los plebeyos acusados de bigamia,
robo, infanticidio o deserción.
El condenado, fuertemente atado
por pies o brazos a la cuerda de un cabestrante, y levantado en el aire,
permanecía colgado durante un largo período de tiempo, que podía ser dos o tres
días seguidos. Al mismo tiempo, el verdugo iba colocando paulatinamente pesos
considerables en las partes del cuerpo contrarias a las que estaban en contacto
con las cuerdas.
La tortura del gota a gota.
Obligado casi siempre a
permanecer en lugar como este, a la víctima, con la cabeza sujetada por el
anillo de hierro, se le Infligía esta tortura atroz; si el condenado no
confesaba, la locura era su trágico final.
La trenza de paja.
Era aplicada como signo de
vergüenza a las jóvenes que habían quedado encinta antes de casarse. Las
"infames" eran rapadas al cero y condenadas a permanecer con ella
delante de las puertas principales de las iglesias en los días de fiesta.
La toca.
El método de la toca fue muy
utilizado por la Inquisición española de los siglos XV y XVI. Su nombre procede
de uno de los elementos necesario para esta tortura, la toca, que era una tela
blanca de lino o seda con la que se hacían en aquella época las tocas o
pañuelos que cubrían la cabeza de las mujeres. Esta toca, se introducía en la
boca de la víctima, intentado que incluso llegara hasta la tráquea, y
posteriormente se vertía agua sobre la toca, que al empaparse, provocaba en el
reo una sensación de ahogo e innumerables arcadas.
La toalla mojada es un método moderno de tortura, basado en otros más
antiguos como el método de la toca, y consiste en colocar una toalla sobre la
boca y la nariz de la víctima, después se vierte agua sobre la toalla
provocándole la asfixia momentánea. La sensación de ahogo es terrible; pero si
se hacía bien, era un método que no dejaba marcas, por lo que el reo, no podía
en ningún momento demostrar que había sido torturado. A partir del siglo XX,
este método ha sido usado por los ejércitos y por ciertos cuerpos de policía
secreta y paramilitar, que se han dedicado a reprimir tendencias políticas
contrarias al régimen establecido en aquellos países. Como ejemplo, podemos
decir que ha sido un método muy extendido entre las dictaduras sudamericanas,
aparentando de este modo normalidad en sus actuaciones.
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