Inmediatamente pensamos en la del
carro sobre la que se dejaba perecer de dolor e inanición al condenado, al cual
el verdugo previamente había descoyuntado los miembros . Esta es la rueda más
conocida por cuanto fue la más utilizada a lo largo del período que va desde la
Baja Edad Media hasta principios del siglo XVIII. Existía sin embargo otro tipo
de rueda, de orígenes más antiguos, que funcionaba haciéndola girar con el
cuerpo atado sobre ella.
Gracias a la viva y sutil
imaginación de los verdugos, las posibilidades de utilización de este
instrumento eran tan variada que los había de varios tipos y dimensiones, fijos
o móviles, según el suplicio infligido. En la rueda fija, de amplia
circunferencia, se ataba a la víctima disponiéndola sobre la superficie externa
recubierta de puntas de hierro candentes. El cuerpo, estirado con fuerza por
las cuerdas contra estas puntas, se laceraba y trituraba terriblemente cuando
la rueda giraba, por la acción de una manivela, sobre un lecho de clavos
fijados en suelo. Este tipo de rueda se utilizaba para quemar viva la víctima
al hacer que ésta girase lentamente sobre un brasero encendido o una hoguera .
En la rueda móvil, que era de
grandes dimensiones, se ponía al condenado en la parte convexa de la misma convenientemente
atado y se le dejaba caer sobre lugares escarpados y pedregosos. Rodando a
grandes velocidades el cuerpo se descarnaba y fracturaba totalmente.
La rueda para despedazar. Europa
central S. XVIII
La rueda para despedazar era el
instrumento de ejecución más común en la Europa germánica, después de la horca,
desde la Baja Edad Media hasta principios del siglo XVIII, en la Europa latina
y gala el despedazamiento se llevaba a cabo con barras macizas de hierro y
mazas herradas en lugar de ruedas.
La víctima, desnuda, era estirada
boca arriba en el suelo o en el patíbulo, con los miembros extendidos al máximo
y atados a estacas o anillas de hierro. Bajo las muñecas, codos, rodillas y
caderas se colocaban, atravesados, trozos de madera. El verdugo, asestando
violentos golpes con la rueda, machacaba entonces hueso tras hueso y
articulación tras articulación, incluidos los hombros y caderas, con la rueda
de borde herrado, pero procurando no asestar golpes fatales. La víctima se
transformaba, en una especie de gran títere aullante retorciéndose, como un
pulpo gigante de cuatro tentáculos, entre arroyuelos de sangre, carne cruda,
viscosa y amorfa mezclada con astillas de huesos rotos. Después se le desataba
e introducía entre los radios de la gran rueda horizontal, colocada al extremo
de un poste que posteriormente se alzaba. Luego los cuervos arrancarían tiras
de carne y vaciarían los ojos hasta que llegaba la muerte, con la que
probablemente era la más larga y atroz agonía que el poder era capaz de infligir.
Junto a la hoguera y el
descuartizamiento, éste era uno de los espectáculos más populares entre los
muchos parecidos que tenían lugar en las plazas de Europa, más o menos todos
los días. Centenares de ilustraciones durante el período 1450-1750 muestran muchedumbres
de plebeyos y de nobles, deleitándose con el espectáculo de un buen
despedazamiento, preferiblemente o, mejor aún, de una o varias mujeres en fila.
Sello de la inquisición.
La Inquisición consistía en la
actividad de un tribunal eclesiástico instituido hacia Finales del siglo XII
para la represión de la herejía. Toda la actividad del Santo Oficio se traducía
en el intento de enfatizar al máximo el significado de su gloriosa misión.
Este énfasis se encuentra también
reflejado en el escudo de la Inquisición, en el que reza la siguiente leyenda:
"EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM" , que confirma la superioridad
de la Justicia Divina.
La rama de olivo que simboliza la
misericordia y la espada desenvainada de la justicia constituían la prueba de la
inaudita perfidia del acusado y de su merecida penitencia.
La sierra española. S. XVIII
La sierra, fue un método de
muerte utilizado ya en tiempos del bíblico Rey David. Esta pena, consistía en
colgar boca abajo a la víctima para que el cerebro estuviera bien regado y no
muriera el condenado desangrando antes de lo previsto; y se le comenzaba a
serrar desde el ano y los genitales hacia el pecho.
Este instrumento de tortura no
necesita muchas explicaciones. Sus mártires son abundantes. A consecuencia de la
posición invertida del condenado, se asegura suficiente oxigenación al cerebro
y se impide la pérdida general de sangre, con lo que la víctima no pierde el
conocimiento hasta que la sierra alcanza el ombligo, e incluso el pecho, según
relatos del siglo XIX.
La sierra se aplicaba a menudo a
homosexuales de ambos sexos, aunque predominantemente hombres. En España la
sierra era un medio de ejecución militar hasta el fin del siglo XVIII
los franceses lo empleaban contra
las brujas embarazadas, supuestamente por el mismo demonio. En Alemania, en
tiempos de Lutero también se empleó esté método contra los cabecillas de las
sublevaciones campesinas.
La silla de la zambullida.
Tratamiento reservado a las
mujeres pendencieras o chismosas a las prostitutas y a los mercaderes
embrollones (a estos últimos también se les reservaba la "cathedra
stercoris": literalmente la "cátedra de mierda", en la que se
les ensuciaba a placer).
La silla de la zambullida se empleaba para sumergir en el
agua (ríos, estanques, lagos, etcétera) a las mujeres o a quienes hubieran sido
tocados por la justicia local. El chapuzón duraba pocos instantes, el
espectáculo tardes enteras.
Taburete de sumersión.
La víctima era sentada en un
taburete atado a un brazo móvil al pie de un río o estanque, en el que se le
sumergía durante varios minutos y en repetidas ocasiones.
El "taburete del pato"
fue utilizado en América para las brujas, y en Gran Bretaña para castigar a
pequeños criminales y prostitutas.
En un juicio de calvario, las
supuestas brujas eran sumergidas en un tanque de agua o un pozo, y luego las
sacaban después de un tiempo, dándole permiso para confesarse. Si confesaba,
era asesinada. Si no confesaba, la volvían a sumergir. Este proceso usualmente
se repetía hasta que la víctima se ahogaba o se rendía y se dejaba ejecutar de
otra forma
La silla de interrogatorio.
Se trata de utensilios básicos
para el arte del inquisidor. Hoy en día se usan versiones actualizadas,
mejoradas por medio de la electricidad. El efecto de los pinchos - aunque no
estén electrificados, sobre la víctima, que siempre está desnuda, es obvio y no
requiere comentario. Ésta sufre atrozmente desde el primer instante del
interrogatorio, que puede ser más intenso si se aplican sacudidas o golpes en
brazos y piernas.
Silla de putrefacción.
La víctima era atada a este
instrumento y levantada entre los cadáveres de dos ahorcados en estado de
putrefacción, a veces solamente por algunos días, pero en ocasiones hasta la
muerte.
Silla de tortura.
Fue usada en Centro Europa hasta 1846. El torturado era sentado en ella
desnudo y amarrado por correas que lo apretaban lentamente, de modo que los
pinchos le penetraran en la carne.
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