Históricamente, la pata de conejo
poseía poderes mágicos. En Europa, la suerte atribuida a una pata de conejo, se
debe a una creencia arraigada en un antiguo totemismo, porque el hombre, que se
adelantó al darwinismo en varios miles de años, pensaba que descendía de los
animales.
Cada tribu tenia un animal como
mascota.
En la literatura bíblica, esa
creencia es el origen de numerosas leyes dietéticas que prohíben el consumo de
ciertos animales totémicos. También hemos heredado del totemismo la costumbre
de utilizar una mascota para los deportes, que ha de atraer la suerte sobre el
equipo, y también nuestra tendencia a clasificar grupos de personas mediante
imágenes o rasgos de animales.
Los celtas creían que el conejo
pasaba tanto tiempo bajo tierra, porque mantenía una comunicación secreta con
el mundo subterráneo de los númenes. Así que el conejo disponía de una
información que a los seres humanos les estaba negada. Y el hecho de que la
mayoría de los animales, entre ellos el hombre, nazcan con los ojos cerrados,
en tanto que los conejos llegan al mundo con los ojos abiertos de par en par,
les confirió una imagen de sabiduría. En realidad, es la liebre la que nace con
los ojos abiertos porque el conejo lo hace con los ojos cerrados.
Sin embargo, fue la fecundidad del
conejo lo que contribuyó a dar a ciertas partes de su cuerpo su más intensa
relación con la buena suerte y la prosperidad. Poseer cualquier parte del
conejo, como la cola, una oreja o una pata, aseguraba la buena fortuna a
cualquier persona.
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