Durante el reinado de Carlos III
se encargó a Francisco Sabatini terminar un proyecto iniciado por José de
Hermosilla, que consistía en construir un gran hospital en el que concentrar
los pequeños centros médicos que hasta el momento se encontraban repartidos por
toda la ciudad.
Durante el reinado de Felipe III existia en ese lugar un albergue para indigentes, donde iban a morir.
A este albergue se fueron añadiento otros hospitales, hasta formar lo que se llamó Hospital General de San Carlos.
Durante el reinado de Felipe III existia en ese lugar un albergue para indigentes, donde iban a morir.
A este albergue se fueron añadiento otros hospitales, hasta formar lo que se llamó Hospital General de San Carlos.
Así, el Hospital General fue
inaugurado por Carlos III, en 1787, con capacidad para 18.000 enfermos.
Hasta el año 1831 tuvo en sus sótanos las dependencias del Real Colegio de Cirugía de San Carlos. A partir de esa fecha y hasta el año de su cierre pasa a depender de la Diputación Provincial. Durante la Guerra Civil se convierte en hospital de sangre y depósito de cadáveres; así mismo, sirve de centro de torturas y según cuentan se llegaron a realizar ejecuciones.
Hasta el año 1831 tuvo en sus sótanos las dependencias del Real Colegio de Cirugía de San Carlos. A partir de esa fecha y hasta el año de su cierre pasa a depender de la Diputación Provincial. Durante la Guerra Civil se convierte en hospital de sangre y depósito de cadáveres; así mismo, sirve de centro de torturas y según cuentan se llegaron a realizar ejecuciones.
Desde entonces el hospital sufrió
distintas modificaciones y mantuvo sus funciones hasta que en 1965 cerró sus
puertas. A partir de esa fecha, sufrió unos penosos años de abandono e incluso
se llegó a pensar en demolerlo, pero la
Academia de San Fernando y la Dirección General de Bellas Artes se
opusieron a ello, y lograron mantenerlo
en pie, incluso fue declarado mediante Real Decreto de 1977 edificio
historico-artistico. Cinco años después se decidió que era un buen lugar para
albergar el que se llamaría Museo de Arte Moderno Reina Sofía.
Se dice que en sus primeros años
de funcionamiento murieron en él muchas personas debido a las distintas
epidemias que asolaron la ciudad. La mayoría de ellas acabaron enterradas en el
subsuelo del hospital y quizás de ahí vengan los sucesos que después hicieron
que este lugar sea uno de los misteriosos de la capital. Desde sus inicios se
contaba que eran comunes las apariciones de gente ya muerta que anunciaban el
fin a los que estaban con pie y medio en el otro mundo.
Cuando se reformó para hacer el
museo se encontraron esqueletos, cadenas y grilletes e incluso cuando en 1990
se llevó a cabo una segunda remodelación aparecieron tres monjas momificadas
enterradas en la antigua capilla del hospital, que según se cuenta siguen hoy
descansando bajo una de las torres del edificio por la que discurre uno de los ascensores panorámicos, en concreto la que está a la izquierda de la puerta principal del museo.
Cuando se inauguró el museo, los guardas de seguridad afirmaban haber visto un desfile espectral vagando por los largos pasillos. Y así ina extensísima lista de episodios sin ninguna lógica, lo que hizo quela entonces directora de la pinacoteca, María Corral, y posteriormente su sucesor en el cargo, José Guirao, solicitaran la ayuda del Grupo de Investigación de Fenómenos Paranormales (HEPTA), que estaba compuesto por el sacerdote José Mª Pilón, la psicóloga Paloma Navarretey la periodista Sol Blanco Soler. Los miembros de este grupo estuvieron dos veces en el museo, la primera en 1992 porque por la noche los ascensores se ponían en marcha solos, lo que obligaba al personal de seguridad a hacer rondas constantemente para comprobar que no había entrado ningún extraño. Los expertos del HEPTA pudieron comprobar que los ascensores se ponían en marcha aún estando desconectados.
Cuando se inauguró el museo, los guardas de seguridad afirmaban haber visto un desfile espectral vagando por los largos pasillos. Y así ina extensísima lista de episodios sin ninguna lógica, lo que hizo quela entonces directora de la pinacoteca, María Corral, y posteriormente su sucesor en el cargo, José Guirao, solicitaran la ayuda del Grupo de Investigación de Fenómenos Paranormales (HEPTA), que estaba compuesto por el sacerdote José Mª Pilón, la psicóloga Paloma Navarretey la periodista Sol Blanco Soler. Los miembros de este grupo estuvieron dos veces en el museo, la primera en 1992 porque por la noche los ascensores se ponían en marcha solos, lo que obligaba al personal de seguridad a hacer rondas constantemente para comprobar que no había entrado ningún extraño. Los expertos del HEPTA pudieron comprobar que los ascensores se ponían en marcha aún estando desconectados.
Todo se reavivó en 1992 cuando
llegó al museo el Guernica. Desde entonces los vigilantes nocturnos comenzaron
a notar sensaciones extrañas: puertas que se abrían y cerraban solas, alarmas
que se disparan, gritos aterradores, y todo tipo de hechos terroríficos.
Varios expertos en parapsicología
y una médium concluyeron que el fantasma era real y que era un sacerdote que
había muerto aquí torturado durante la guerra civil.
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