Para los especialistas, la leyenda negra de la Inquisición
está ya superada. No así entre el gran público, que no entiende cómo durante
tres siglos y medio algo menos de 5.000 personas pudieron ser ajusticiadas por
motivos religiosos. El fenómeno es comprensible, sin embargo, teniendo en
cuenta el erróneo concepto de libertad religiosa vigente en aquella época. La
Iglesia aclaró en el Concilio Vaticano II que es la dignidad humana, no la
verdad, el fundamento de la libertad de conciencia y lamentó el uso de la
violencia al "servicio" de la verdad.
El origen de la Inquisición española se remonta a 1242 y su
abolición definitiva data de 1834. Sin embargo, el Santo Oficio adquirió mayor
auge desde su refundación por los Reyes Católicos en 1478 y hasta el advenimiento
de la dinastía borbónica a inicios del XVIII.
La Inquisición española es no sólo una entidad polémica,
sino también poco conocida por el gran público. Aproximarse a su actuación no
significa, obviamente, realizar una apología. Divulgar su trayectoria equivale
más bien a contrastar datos, interpretándolos en un contexto y también saber
cómo valora la Jerarquía de la Iglesia en la actualidad su actuación global.
Muchos y renombrados expertos contemporáneos han dado por
zanjadas posturas de defensa a ultranza o condena total: "la controversia ideológica, el
enfrentamiento religioso, tan agudos en tiempos lejanos, han dejado paso a una actitud serena y
ecuánime que comparten hombres de las más diversas tendencias. No se trata de
ensalzar ni de abominar, simplemente comprender, lo que no implica deplorar
determinados comportamientos", ha
afirmado el académico de la Historia A.
Domínguez Ortiz.
DE LA LEYENDA NEGRA AL RIGOR HISTÓRICO
No cabe duda de que toda leyenda negra posee cierto
fundamento y parte de falsedad, por ejemplo, en cuanto a su origen, que no es
medieval ni español. La muerte en hoguera fue utilizada del Imperio Romano. Con
la progresiva cristianización de Europa se fue fraguando la mentalidad de que
la herejía, atentado grave contra la fe, era equivalente al delito de
"lesa majestad" (en el que se incurría, por ejemplo, al atentar
contra la vida del rey). En el caso de la herejía, se consideraba agraviada la
majestad divina.
Además, las autoridades civiles tomaron en consideración el
indudable peligro social que entrañaba la disidencia religiosa de los
bautizados que, de hecho, solían provocar divisiones, tumultos, guerras (como
en el caso de los cátaros o albigenses en el siglo XIII).
EL PRIMER TRIBUNAL
El primer tribunal inquisitorial propiamente dicho no fue
español: nació en Sicilia en 1223, con licencia papal, a petición del emperadorFederico
II Hohenstaufen, interesado en
congraciarse con Roma. En España no se introduce hasta veinte años más tarde;
como en otros paises europeos, los tribunales dependían de los obispos
diocesanos y fueron generalmente benévolos.
Es cierto, sin embargo, que el Santo Oficio español se
convirtió con los Reyes Católicos en un tribunal eclesiástico supeditado a la
monarquía; fue un instrumento represivo de la herejía y de la disidencia
religiosa, influido con frecuencia por lo política, de un modo poco
comprensible para la mentalidad actual.
EMPIEZA LA LEYENDA NEGRA
La leyenda negra inquisitorial se inicia en la primera
etapa de su actuación durante el reinado de Isabel y Fernando (1480-1500): se dio un excesivo celo
en la persecución de falsos conversos de origen judío y abusos en la
confiscación de sus bienes.
Estos hechos contrastan, en general, con las medidas
religiosas que impulsaron a lo largo de su reinado: desde la postura propia de
las monarquías renacentistas de entonces (control de lo eclesiástico),
contribuyeron a la reforma del clero regular y secular, antes de las propuestas
del Concilio de Trento, preparando de ese modo a los artífices de la
cristianización de América. Si ésta es la cara de sus medidas eclesiásticas, la
Inquisición puede considerarse la cruz.
A finales del siglo XVI, exiliados politices españoles como González Montano en Alemania o Antonio Pérez, ex-secretario de Felipe II,en Francia e Inglaterra,
difundieron el germen de la leyenda negra. Media Europa acogió de buen grado
los libelos anti-españoles, según el hispanista H. Kamen, bien por su rivalidad en el dominio
marítimo (Gran Bretaña, Francia), o por su deseo de librarse del dominio
politice español (Paises Bajos, norte de Italia).
La Ilustración y los afrancesados del XVIII continuaron la
campaña y desde el siglo XIX, otro exiliado español, Juan Antonio Llorente, ex-secretario del Santo Oficio
madrileño, fue el mejor difusor de la leyenda negra, a través de su "Historia critica de la
Inquisición española",que contiene algunos elementos de interés, junto a
errores de bulto de carácter estadístico.
Para desenmascarar la leyenda negra, según el académico L. Suárez Fernández, no es necesario aludir a ejemplos
paralelos o más crueles como las persecuciones promovidas, por ejemplo, por los
anglicanos y calvinistas de entonces. Quizá sea preferible, y no es poco,
aproximarse a los datos históricos, con sus luces y sombras.
Desde principios de siglo muchos historiadores occidentales
se han interesado por el fenómeno inquisitorial español. Aunque actualmente no
faltan opiniones sumamente criticas, en general, entre los expertos el tema se
aborda desde aspectos no beligerantes, más cercanos a la reconstrucción de la
mentalidad de control religioso de una sociedad, que pretendió unificar la fe
de nuestros antepasados (ante judíos y musulmanes) y defenderla de la ruptura
protestante.
Son numerosos los expertos anglosajones, franceses,
centroeuropeos, escandinavos, judíos y españoles, pertenecientes a escuelas y
tendencias diversas, quienes han realizado análisis sin el sesgo antihispánico
o anticatólico de otras épocas. Puede afirmarse que entre muchos especialistas
en la Inquisición española su leyenda negra está asimilada y superada, aunque
no ocurra algo paralelo entre los estudiantes de Humanidades y el gran público.
HABLA LA IGLESIA
Por su parte, la jerarquía católica ha dado a conocer su
postura en el Concilio Vaticano II al clarificar el concepto de libertad
religiosa ("Dignitatis humanae" ;7-12-65) y las relaciones con los no
cristianos ("Nostra aetate" 28-10-65),
que coincide sustancialmente con la postura de los primeros teólogos cristianos (Tertuliano, San Ambrosio de Milán,
San Juan Crisóstomo), para
quienes "no es licito que
una religión aplaste a otra con violencia". Juan Pablo II se refirió a la Inquisición española
en su primer viaje pastoral a nuestro país, aludiendo a las "tensiones, errores y
excesos" que protagonizó. En
su Carta Apostólica "Terbio
Millenio Adveniente" (1011-94),
el Santo Padre hace mención a los métodos intolerantes
y violentos que han sido utilizados a veces por
eclesiásticos. En la misma linea, la Conferencia episcopal española se ha
lamentado del "uso de la
violencia al servicio de la verdad" dentro
de la Iglesia.
Obviamente los cristianos actuales no tienen culpa
subjetiva por las actuaciones de otros bautizados en siglos pasados, de modo
semejantemutatis mutandis, los
Ministros de Justicia de ahora no tienen responsabilidad ante los errores y
abusos de los tribunales civiles de los siglos XVI y XVII, aunque tanto unos
como otros pueden sacar conclusiones de hechos pasados. Se debe tener en
cuenta, por otra parte, que a la Iglesia, de la que se espera santidad, siempre
se la mira con lupa para señalarla con dedo acusador, olvidando que sus
miembros son falibles.
LAS ESTADÍSTICAS HABLAN
Para hacerse una idea cabal del control religioso que
ejerció la Inquisición es preciso afrontar los datos estadísticos. Hasta
finales de los años 70 ha existido cierta confusión sobre el número de victimas
mortales del Santo Oficio. Es preciso aclarar, no obstante, que los
ajusticiados por herejía no son las únicas víctimas: existían penas menores
(cárcel, multas, penitencias, etc.) y además, las familias de los reos quedaban
marcadas por la infamia durante generaciones (de ahí la importancia que se dio
en la España del XVII a la "limpieza de sangre", es decir, a no tener
antepasados falsos conversos del judaísmo o islamismo, perseguidos por la
Inquisición).
Desde la perspectiva actual, para un cristiano es
inconcebible la pena de muerte por motivos ideológicos o religiosos: una sola
muerte por esas causas es rechazable para nosotros. Pero las circunstancias de
hace quinientos años eran otras: también la legislación civil aplicaba con
frecuencia la pena capital y la religión era un valor preciado a defender
incluso de modo cruento. Es necesario, sin embargo, conocer realmente el
alcance de la violencia inquisitorial desde el siglo XV.
Las primeras cifras sobre victimas son de cronistas de la
época (Pulgar, Palencia, Bernáldez): entre 1481 y 1488, etapa rigurosa en
Andalucía, fueron ajusticiadas unas 2000 personas, en su mayoría judíos
bautizados que renegaban de su nueva fe. A partir del siglo XIX, se consideraron válidas (aunque más tarde
se demostraron erróneas) las cifras globales aportadas por J.A. Llorente, el citado secretario del tribunal de
Madrid: el 9,2% de los juzgados.
En 1986, Contreras y Henningsen, dos expertos, publicaron las
conclusiones de un estudio realizado sobre 50.000 causas inquisitoriales sobreseidas
entre 1540 y 1700, etapa de gran influencia social de la Inquisición: su
conclusión es que el 1,9% del total de encausados fueron condenados a hoguera.
Referido a una etapa más amplia, Escandell afirma que entre 1478 y 1834
(refundación y abolición del Santo Oficio), se condenó a muerte al 1,2% de los
juzgados.
El Santo Oficio persiguió esencialmente la herejía y
algunas desviaciones morales (bigamia, blasfemia, incumplimiento del celibato,
etc.). Entre los juzgados por razón de la fe destacan los falsos conversos del
judaísmo, del islamismo y los seguidores de Lutero. Los hebreos bautizados con escasa
sinceridad que mantenían los ritos mosaicos (criptojudaísmo) constituyeron un
problema religioso de primer orden desde finales del siglo XV hasta principios
del XVII.
Las relaciones entre judíos y cristianos hablan sido
desiguales antes del reinado de los Reyes Católicos. Los hebreos no siempre
pudieron convivir en paz en Sefarad (España). Perseguidos por algunas leyes visigodas,
hallaron tranquilidad con reyes castellanos y aragoneses como Alfonso X el Sabio o Pedro
IV el Ceremonioso. Pero a finales
del siglo XIV diversas ciudades (desde Sevilla a Barcelona) se levantaron de
modo violento contra los prestamistas judíos, odiados por unos acreedores que
debían pagar un interés del 33% anual, máximo permitido por la ley. Esta tensa
situación propició la salida de población hebrea y otra oleada de bautismos por
conveniencia de algunos, denominados "cristianos nuevos".
COMUNIDADES JUDÍAS Y SU EXPULSIÓN
Los Reyes Católicos fueron, inicialmente favorables a los
judíos (el rey Fernando tenía sangre hebrea por linea materna)
y un buen grupo de ellos servia en la Corte. En Castilla y Aragón existían unas
220 aljamas (comunidades hebreas) con cerca de 100.000 habitantes. Estos
dependían directamente de los reyes, eran protegidos por leyes singulares y
aportaban tributos especiales: constituían, sin embargo, una clase de súbditos
de segunda categoría.
Como es sabido los sefardíes (judíos españoles) fueron
expulsados por los Reyes Católicos en 1492, siguiendo una línea politice
adoptada anteriormente en reinos europeos como Inglaterra y Francia. Bien
conocían Isabel y Fernando que su decisión no era "rentable"
desde el punto de vista económico, ya que muchos hebreos se dedicaban al
comercio y al mundo financiero, pero en su postura tuvo gran peso un motivo
religioso y social: se temía la efectividad del proselitismo hebreo y se quiso
evitar la violencia popular de los acreedores contra las aljamas. La
alternativa era recibir el bautismo o el exilio forzoso, elegido por la inmensa
mayoría de los sefardíes.
Algunos autores contemporáneos han comparado la acción del
Santo Oficio contra el criptojudaísmo al holocausto nazi.
Es cierto que los sefardíes vivían en barrios especiales y
que el Concilio IV de Letrán (1215) instó a que utilizaran una marca externa
para distinguirlos de los cristianos (algo que podría recordar a la estrella de
David bajo Hitler) pero la citada
medida conciliar se difundió poco en España y tenía carácter religioso, no
estrictamente racista.
TORTURA Y AVARICIA
Cabe subrayar que si las victimas del holocausto nazi
fueron unos seis millones de seres humanos en pocas décadas, las de la Inquisición
fueron menos de 5.000 en tres siglos y medio. El motivo de la persecución es
también distinto: por una parte, los Reyes Católicos aplicaron una de sus
máximas: la unidad territorial está unida a la unidad de la fe, un principio
que ejercieron las monarquías renacentistas y el propio Lutero.
Por otro lado, el odio popular hacia los judíos, sin
excluir cierto racismo de tipo religioso, tenía relación con la falta de
solvencia de los acreedores cristianos, mientras que en el III Reich la
aversión poseía unas profundas raíces de racismo pagano.
La leyenda negra de la Inquisición se asocia al abuso de la
tortura y al enriquecimiento de los tribunales mediante la confiscación de
bienes a los reos.
Durante el siglo XVIII, se difundieron unos grabados sobre
la tortura inquisitorial del francés Picart que no corresponden a la realidad
por exceso. Los tormentos eran, no obstante, terribles, tenían como finalidad
producir un gran dolor físico a los acusados, sin llegar a la mutilación o
muerte, para conseguir su confesión
(en el caso de herejía, el reo confeso era librado de la pena capital). El
Santo Oficio utilizó de hecho con menor frecuencia la tortura que otros
tribunales coetáneos (era ordinario usarla en todos). Hispanistas como Lea o Kamenconfirman con estadísticas que en
épocas "duras" (hasta 1530) en tribunales muy activos se utilizó el
tormento en el uno o dos por ciento de los casos.
A veces se presenta al Santo Oficio como una organización
de rapiña. Es cierto que a los acusados se les confiscaban los bienes para
cubrir los gestos del arresto y del tribunal, pero según estudiosos como R. de Carande o F.
Braudel nunca constituyeron un
negocio, aunque se dieron abusos contra los falsos conversos judíos hacia 1480
y 1 725.
La Inquisición siempre tuvo interés en acallar los rumores
sobre avaricia, mientras fue solvente hasta mediados del siglo XVI; más tarde,
los hechos se encargaron de desmentirlo: tuvo que buscar vías alternativas de
financiación (asignación de canonjías, préstamos hipotecarios, compra de minas,
etc.)
SIN PREJUICIOS
Acercarse sin prejuicios a la historia de la Inquisición
española es necesario para tomar posición de modo adecuado sobre realidades
pasadas.
Sería interesante que muchos cristianos "de a
pie", supieran encarar este polémico asunto con datos y argumentos,
viajando mentalmente a la mentalidad de entonces. Si ahora la democracia, la
tolerancia o la ecología son valores compartidos ampliamente en la sociedad occidental,
para los hombres y mujeres de los siglos XIII al XVII, la religión, el honor de
Dios y la defensa de la fe eran considerados bienes comunes, patrimonio de la
mayoría, aunque tanto antes como ahora se cometan injusticias y abusos.
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