Hace ya casi un siglo que un fantasma se mueve por los rincones del teatro Eslava, actualmente discoteca.
El público que acudía a ver las representaciones aseguraban haberlo visto
alguna vez deambular entre los actores. Ahora, se dice que habita en la zona alta del
edificio, y de vez en cuando, baja a divertirse bailando con los jóvenes al
ritmo de la música electrónica que pinchan los DJs de la discoteca.
Parece que el espectro de Luis Antón de Olmet se
niega a abandonar el edificio.
El edificio Eslava se construyó en 1871 como almacén de
instrumentos musicales y salón de conciertos, con capacidad para 1200
espectadores. Recibió su nombre en honor al empresario impulsor, Bonificacio
Eslava.
Años después se transformaría en teatro y café, haciéndose
popular en la capital por el atrevimiento
erótico de algunas de sus obras. Progresivamente, y aunque siguió
cultivando otros géneros, se especializó en la Zarzuela. Luis Antón de Olmet
era uno de los más asiduos.
Luis Antón de Olmet había alcanzado un cierto renombre en el bohemio panorama
literario madrileño de principios del siglo XX. Como era
frecuente por la época, del bajo mundo del periodismo y la escritura consiguió
ascender a las altas esferas de la política, siendo diputado de la derecha en
1914 y, posteriormente, intentando alcanzar este puesto en las filas de la
izquierda.
El 2 de marzo de 1922, Antón de Olmet se encontraba en el
escenario del teatro Eslava ultimando
los preparativos para el estreno de su siguiente obra, «El capitán sin alma». Entonces llegó Alfonso Vidal, que le
hizo llamar para que acudiera a una habitación adjunta al salón del teatro.
Allí quedaron solos los dos hombres.
Los que estaban fuera oyeron
voces de discusión que iban elevándose cada vez más. Al parecer, había una
mujer de por medio. De repente, retumbó una violenta detonación. A continuación,
se abrió la puerta y apareció Alfonso Vidal gritando «¡Le he matado!, ¡era un miserable!».
En la mano llevaba una pistola Star del calibre 9. Detrás suya, en medio de un
charco de sangre, yacía el cadáver de Antón de Olmet.
Nunca llegaron a estar del todo claros los motivos de la
disputa. Para todos era evidente que la rivalidad literaria entre ambos había
deteriorado su relación y el propio Alfonso Vidal aseguraría que se había
cansado de los «desdenes,
insultos y desprecios» de
su colega. Pero algunos iban más allá y aseguraban que el detonante final del
asesinato fue que Antón de Olmet se había acostado con la mujer de Vidal,
Catalina.
Tampoco está del todo claro qué fue lo que sucedió en aquella
habitación. Aunque
muchos creían que Vidal había llegado al teatro dispuesto a asesinar a su rival
en cuanto estuvieran a solas, este siempre lo negó. Juraba que había acudido
con la intención de discutir, pero que la disputa fue subiendo de tono y
finalmente, fue el propio Luis Antón de Olmet el que se abalanzó sobre él
agarrándole del cuello. Solo al sentir que se ahogaba -aseguró- sacó la pistola
que llevaba en el bolsillo y disparo, «no sé ni hacia dónde ni cómo».
Finalmente, solo fue condenado
a 12 años de cárcel, de los cuales solo cumplió 3. Luis Antón de Olmet vagaría como
fantasma por el teatro durante toda la eternidad.
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