En el año 1.610 un capitán holandés decía haber hecho un
pacto con el diablo para hacer sus travesías en la mitad del tiempo normal. En
uno de sus viajes intentaba doblar el cabo de Buena Esperanza, insultaba a su
tripulación en la tormenta exigiéndoles más esfuerzos; al ver que no lo
conseguía por más que lo intentaban invocó al diablo para que lo ayudara. En
ese momento un rayo cayó sobre la cubierta y de la llamarada surgió un anciano
que le gritó: “¡serás maldito y condenado a navegar eternamente tú y tus
hombres en este mar tempestuoso, sin poder volver jamás a puerto!”.
Años más tarde un capitán afirmó ver mientras doblaba el
cabo con terrible tormenta un barco negro, con el velamen hecho jirones
ondeando al viento, de aspecto siniestro y tripulado por esqueletos. Otros
muchos navegantes lo vieron navegando en mares turbulentos de todo el mundo, y
así nació la leyenda del Holandés Errante. Un testigo de excepción fue el rey
de Gran Bretaña Jorge V, cuando aún era príncipe y viajaba como cadete en el
H.M.S. Inconstant en 1881 a través del Pacífico. En su diario con fecha 11 de
Julio escribe: “A las 4 de la mañana cruzó ante nuestra proa “El Holandés
Errante”. Emitía una extraña luz fosforescente, como un buque fantasma todo
fulgurante, en medio de la cual destacaban con fuerte relieve los palos, vergas
y velamen de un bergantín a 200 yardas de distancia que se aproximaba por la
amura de babor, donde también lo vio el oficial de guardia en el puente, y
asimismo el guardiamarina del alcázar, que fue enviado inmediatamente al
castillo de proa, pero cuando llegó allí ya no había vestigio ni signo alguno
de haberse avistado ningún buque material, ni cerca ni a lo lejos en el
horizonte, siendo la noche clara y estando la mar en calma.”
En 1.975, durante una expedición de estudio y filmación a
bordo del yate New Freedom, en mar abierto y a unas setenta y cinco millas al
nordeste de las Bimini, la tripulación se hallaba absorta
contemplando una tormenta eléctrica de gran intensidad acompañada de lluvia. El
Dr. Jim Thorne, director de la expedición, que estaba tomando fotografías en
color con una Pentax de 35 mm sacó una instantánea justo en el momento en que
un rayo parecía partir en dos el horizonte. Al revelar la foto descubrió que la
cámara había captado lo que parecía ser la vela de un gran velero antiguo de
aparejo en cruz, a unos veinticinco o treinta metros de su barco. los expertos
que analizaron la foto no encontraron trucaje alguno ni errores en el material.
Las supersticiones de los hombres del mar no son cosa de
broma, y no son antiguos los hechos probados que dan fe de sucesos extraños.
En 1.858, el Great Eastern era el barco de pasajeros a
vapor más grande del mundo, aunque desde su construcción los trabajadores le
tuvieron como un barco que traía mala suerte; de hecho, varios de ellos
perecieron durante su construcción, además un remachador desapareció
misteriosamente.
El día de su botadura no fue mejor: quedó atascado y
pasaron varios meses hasta que pudo flotar libremente.
Durante la travesía las cosas no mejoraron. A las pocas
horas de salir de puerto una de las chimeneas explotó matando a seis
tripulantes. Durante todo el crucero los pasajeros y la tripulación se vieron
molestados por unos golpes secos de martillo que parecía provenir del fondo del
casco, y aunque buscaron por todas partes no encontraron la fuente de tan
molesto ruido. Durante una tormenta las gigantescas ruedas de paleta que
impulsaban al barco salieron disparadas desde los lados, la tripulación no pudo
más y aterrorizados se negaban a obedecer las órdenes del capitán.
El barco consiguió llegar a puerto pero nunca volvió a
funcionar como vapor de línea. En 1885 se empezó a desguazar, en el casco
hallaron los restos del remachador desaparecido. Para muchos fue su espectro el
que golpeaba el casco tal como debió de hacerlo el trabajador durante sus
últimos días de vida emparedado entre las planchas metálicas del casco.
Un caso menos morboso es el de W.H. Prosser en el Triángulo
de las Bermudas. Mientras dirigía su barco una noche de aguas tranquilas hacia
Florida. Tras comprobar que no había ninguna embarcación en el radar una fuente
de luz a estribor le hizo girarse para descubrir asombrado que estaba a punto
de chocar con un enorme barco de lujo, iluminado en todo su esplendor como si
fuera un gran hotel de cinco estrellas. Se afanó en evitar la colisión y
situarse en posición paralela a la enorme embarcación, pero cuando volvió la
vista se encontró con que había desaparecido de allí para aparecer en la amura
de babor y girado 45 grados, y en cosa de segundos desapareció. El asombrado
capitán lo llamó el barco del Holandés errante Hilton, por supuesto no apareció
en el radar en ningún momento.
En 1.944 la tripulación del buque petrolero SS Watertown
sufrió un incendió y como resultado del mismo murieron dos marineros por
asfixia. Con gran pena por parte de sus compañeros sus cuerpos fueron arrojados
al mar frente a las costas de México. Al día siguiente el primer oficial creyó
ver las caras de los dos marineros flotando cerca del casco, pero no se resignó
a creer lo que veían sus ojos. Sin embargo, durante el resto de la travesía las
caras aparecieron a diario dando oportunidad a toda la tripulación de ver el
fenómeno. Al llegar a puerto el capitán Watertown compró una cámara de
fotos y en el viaje de vuelta sacó una foto a las caras, que cada
vez se fueron haciendo más tenues hasta desaparecer.
El submarino alemán UB-65 fue construido en el año 1916,
durante la Primera Guerra Mundial. A lo largo de su construcción, una serie de
accidentes costaron la vida a cinco personas e hirieron a varias más. Aunque la
tripulación no era partícipe de subir a una nave con tan malos augurios la
necesidad les hizo dejar a un lado sus supersticiones. Durante los preparativos
para la primera inmersión un marinero se lanzó al agua sin previo aviso, el
capitán continuó y se llevó a cabo la inmersión. Los problemas surgieron al
intentar salir a superficie, además el agua empezaba a filtrarse por el casco,
hasta que alcanzó las baterías provocando humos mortales. En un intento
desesperado el capitán logró salir a la superficie con la tripulación casi
muerta por asfixia.
De nuevo en puerto, mientras se aprovisionaba de
combustible un torpedo explotó de manera inexplicable matando a seis hombres,
entre ellos al lugarteniente. Poco después un oficial y un marinero declararon
aterrados haber visto el fantasma del lugarteniente. Varias semanas más tarde,
mientras patrullaban frente a las costas inglesas el fantasma apareció de pie
en proa, ocurriendo lo mismo al llegar a puerto. Minutos más tarde de su
llegada un ataque aéreo acabó con la vida del capitán. Tras estos hechos se
requirieron los servicios de un capellán para que exorcizara el buque.
Todo fue bien desde entonces en el UB-65, al menos durante
unos meses, hasta que el jefe de artillería enloqueció y se suicidó, al día
siguiente un marinero saltó al agua y murió. En la siguiente batalla, como no
podía ser de otra manera, fue alcanzado. Las luces del interior relampagueaban
y un misterioso resplandor verde cubría el casco. Una vez más el UB-65, a pesar
de estar averiado, consiguió llegar a puerto.
Al final de la guerra, un barco americano, guiado por una
extraña señal, llegó hasta el UB-65. Su tripulación al verlo abandonado lo
remolcó. Súbitamente una explosión se produjo en el submarino y antes de que se
hundiese, la figura fantasmal del oficial apareció por última vez.
En diciembre de 1660 se hundió una nave británica en las
aguas francesas del Paso de Caláis, el único que salió con vida fue una persona
llamada Hugo Williams. Después de ciento
veintiún años, otro barco inglés naufragó en las mismas aguas y sólo se salvó un
marinero de nombre Hugo Williams. El 5 de agosto de 1820 toda una familia que
navegaba el río Támesis, falleció a causa del hundimiento del bote, el único
sobreviviente fue un pequeño de cinco años Hugo Williams…
Durante la Segunda Guerra Mundial, en julio de 1940, una
mina colocada por los alemanes destruyó un pesquero inglés en el Mar del Norte.
Hubo sólo dos sobrevivientes, pero llevaban el mismo nombre, ya que uno era
sobrino del otro: Hugo Williams…
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