La noche de San Juan se la conoce como la noche mágica desde muy antiguo, casi todos los pueblos del hemisferio boreal, pero príncipalmente los vikingos y celtas, los que daban la bienvenida al verano, con la mayor fiesta del año, todas las tribus se reunían en torno a una hoguera, donde se hacían rituales para dar gracias a sus dioses por la cosecha que iban a recogerm también como eran pueblos cazadores, se regocijaban y alababan a los dioses porque llegaba la estación de la abundancia de caza, con el paso de los siglos la tradición fue extendida hacia el área mediterránea por las sucesivas invasiones de los pueblos del norte, celtas, y demás pueblos de origen germanicos como los vándalos, burgundios, francos, godos y sobre todo los vikingos del lejano norte.
Los antiguos celtas llamaban Alban Heruin a este festival y su significado primordial era el de celebrar el instante en el que el Sol se hallaba en su máximo esplendor, cuando duraba más tiempo en el cielo y mostraba su máximo poder a los hombres, era el día que alcanzaba su mayor plenitud y, al mismo tiempo, el día en que empezaba a decrecer hacia su casi muerte en el Solsticio de Invierno. Se encendían hogueras para conmemorar ese poder del Sol y para compartir su fuerza con él, para alabarlo y al mismo tiempo para atraer su bendición sobre hombres, animales y campos. Resulta muy característica la asociación de este festival a las corrientes de amor y a pequeños rituales destinados a obtener pareja o a conservarla.
Los antiguos celtas llamaban Alban Heruin a este festival y su significado primordial era el de celebrar el instante en el que el Sol se hallaba en su máximo esplendor, cuando duraba más tiempo en el cielo y mostraba su máximo poder a los hombres, era el día que alcanzaba su mayor plenitud y, al mismo tiempo, el día en que empezaba a decrecer hacia su casi muerte en el Solsticio de Invierno. Se encendían hogueras para conmemorar ese poder del Sol y para compartir su fuerza con él, para alabarlo y al mismo tiempo para atraer su bendición sobre hombres, animales y campos. Resulta muy característica la asociación de este festival a las corrientes de amor y a pequeños rituales destinados a obtener pareja o a conservarla.
Muchos son los rituales propios de la Noche de San Juan, la víspera del
24 de Junio, pero todos giran en torno al ensalzamiento del fuego. De hecho,
este es el festival del fuego por antonomasia, el rey de los festivales del fuego
hasta el extremo de que el culto pagano del fuego y las hogueras, se han
conservado más que en otras fiestas, y la costumbre popular ha mantenido su
práctica incluso dentro del mismo cristianismo, aunque éste no ha podido dar
una explicación religiosa convincente de dicho hábito. Realmente la noche del
solsticio es la del 21 de Junio aunque la Iglesia la ha adaptado a la
festividad de San Juan.
Algunos grupos se introducen entre las olas, tras sus ceremonias, comulgando por un corto tiempo con el mar recibiendo de él otro tipo de fuerza que solo podemos reconocer como netamente femenino y vinculado con el símbolo de la Diosa.
Antecedentes paganos a esta festividad es la celebración celta del Beltaine ( significa “fuego de Bel” o “bello fuego”) ,que se realizaba el primero de mayo y era un festival anual en honor al dios Belenos. Durante el Beltaine se encendían hogueras que eran coronadas por los más arriesgados con largas pértigas.
Los druidas hacían pasar el ganado entre las llamas para purificarlo y defenderlo contra las enfermedades y rogaban a los dioses que el año fuera fructífero y solían sacrificar algún animal, para que sus plegarias fueran mejor atendidas.
Las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo, se celebraban en el solsticio de verano encendiendo grandes hogueras de carácter purificador.
Los romanos, por su parte, dedicaron a la diosa de la guerra Minerva unas fiestas con fuegos y tenían la costumbre de saltar tres veces sobre las llamas y por entonces, se atribuían propiedades medicinales a la hierbas recogidas en aquellos días.
Las plantas y flores, así como el que los cultivaran exclusivamente
mujeres, evocan fácilmente la presencia de una tradición femenina de culto a la
madre tierra. Recordemos igualmente que Adonis era el amante yaciente de la
Diosa. Igualmente, la presencia del agua nos lleva a uno de los grandes
símbolos de las celebraciones de San Juan que parece no tenerse en tanta
consideración y que sin embargo, forma una parte esencial de numerosos ritos de
esta festividad, el agua, llevándonos nuevamente a la presencia del poder
femenino en esta festividad.
Otra de las costumbres, era la costumbre practicada en algunos lugares
por las mozas casaderas de ir a recoger verbena a las doce de la noche la
víspera de San Juan, creyendo que con ello conseguirían el amor del deseado por
su corazón. Igualmente existían numerosos ritos y filtros de amor en torno a
dicha planta.
La pareja que saltaba unida la hoguera se decía que se procuraba así
felicidad y buena fortuna.
Otra costumbre es aquella en que las mozas arrojan guirnaldas trenzadas
por ellas a sus amados a través de las llamas y ellos deben cogerlas antes de
que caigan al fuego. Las guirnaldas se guardaban como talismanes de buena
fortuna y, ocasionalmente, se quemaba alguna cinta en el hogar para procurar
protección de sus habitantes y animales.
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