19 de septiembre de 1936, los fotógrafos Indre Shira y
Provand, visitan la mansión Raynham Hall, en el condado de Norfolk
(Inglaterra), para realizar un reportaje fotográfico de la villa encargado por
la revista Country Live. Mientras van realizando tomas de distintos lugares de
la mansión bromean sobre las antiguas leyendas que hablan de los fantasmas de
ésta casa, sin saber que están a punto de tomar la fotografía paranormal quizás
más famosa de la historia.
Poco o ningún interés tenían en cerciorarse si existían o no los fantasmas,
como tampoco acudían allí para perseguirlos y dar fe que realmente existían.
Como auténticos profesionales, se limitaron a realizar su tarea prioritaria:
fotografiar tanto los exteriores como los interiores de Raynham Hall para la
revista “Country Life”, centrándose en el interés arquitectónico e interiorista
de la mansión del siglo XVII.
Raynham Hall
Hacia las 16h00, se encontraban
ambos terminando la ronda fotográfica de los pisos superiores, fijándose en la
emblemática y majestuosa escalera de roble que unía la planta baja a la planta
noble. El Capitán Provand se preparaba para hacer la foto con la cámara junto
con Indra Shira, sosteniendo éste el flash con el brazo alzado, en el último
escalón inferior del tramo. De pronto, Shira se sobresaltó:
-¡Dios mío! Provand…. ¡allí hay
algo!
Provand no lo entendió y pensó
que hablaba de la belleza de aquella escalera y, haciendo caso omiso a la
advertencia, colocó el ángulo de tiro listo para el disparo.
Shira afirmaría posteriormente
haber visto una forma etérea bajar por aquella suntuosa escalera de roble,
dirigiéndose hacia ellos; pensó, de buenas a primeras, que se debía tratar de
alguna broma pesada, pero aquello no podía ser, teniendo en cuenta el inmenso
respeto que se tenía a la leyenda de
los fantasmas de Raynham Hall.
Aseguraría que aquella forma
etérea flotaba a escasos centímetros de los escalones y que se dirigió hacia
ellos, convenciéndose de que aquello no podía ser otra cosa que un espíritu…
Por reflejo profesional, Shira
apretó el obturador del flash cuando aquel espíritu flotante estaba a mitad de
camino de ellos, y luego le entró la risa nerviosa. Provand sacó la cabeza de
debajo del manto de la cámara para mirar a su alrededor, y se extrañó de que
Shira hubiese disparado el flash sin esperar a su señal. Provand no había visto
nada de nada en el objetivo de la cámara… nada más que la escalera.
-¡No lo creerás, Provand, pero en
la cámara tienes la fotografía del fantasma de Raynham Hall! espetó Shira, sin
dejar de reirse nerviosamente.
Provand se convenció que su socio
había momentáneamente perdido la cabeza por culpa del silencio y del lúgubre
ambiente del caserón. Pero una vez en el coche y de vuelta a Londres. Shira le apostó cinco libras de que,
cuando se revelase la foto, no solo se vería la escalera.
Para acabar con la tontería de su
socio, Provand no esperó al día siguiente para ir al laboratorio. Decidieron
ambos abrir las oficinas, aún pasada la hora del cierre, y revelar las placas
para así dar por terminada la apuesta y embolsarse las 5 libras de Shira.
Shira buscó a una tercera
persona, un testigo presencial para que viera con sus propios ojos la evolución
del revelado. Echaron mano de un contable que, en ese momento, iba a marcharse;
mediante un par de libras e insistentes ruegos, el contable aceptó el papel de
testigo y contempló cómo la placa era colocada en la solución fijadora
directamente desde la cámara.
El contable en cuestión
aseguraría posteriormente: “Si no hubiese visto toda la operación desde un principio,
jamás lo hubiera creído!”
Ante los asombrados ojos de los
tres hombres, fue apareciendo lentamente la escalera de Raynham Hall y… en la
misma fotografía, una figura alta, etérea de una mujer vestida con ropas
blancas y largas, sin facciones discernibles, aunque se podía apreciar que era
una fémina de unos treinta años. Sus ropajes parecían ser un manto nupcial y
una especie de capucha en la cabeza.
La famosa fotografía, junto con
la narración de los hechos protagonizados por Shira y Provand, fue publicada el
6 de diciembre de 1936 en el “Country Life”, y poco después en la revista
norteamericana “Reader’s Digest”, no sin antes ser debidamente examinada por
expertos, quienes aseguraron que la fotografía no había sido manipulada y que,
por tanto, no se trataba de un fraude.
Subsistía, sin embargo, una
pregunta inquietante: ¿Quién era el fantasma que bajaba por aquella espléndida
escalera de roble?
El espectro que pudieron observar
los fotógrafos presuntamente correspondería a la señora Dorothy Walpole. hermana de sir Robert Walpole, considerado primer
ministro de Inglaterra, que nació en 1686 y falleció en 1726.
Tras la muerte de Dorothy
comenzaron a sucederse incidentes de naturaleza
inexplicable en la mansión inglesa. Dueño y empleados de la villa, como el
señor Tosland, Loftus o Harway, vivieron aterrados ante las apariciones de una
joven. Una situación que llegó a provocar varias investigaciones policiales.
En los atestados que se realizaron
tras las pesquisas quedaron registrados los testimonios. Descripciones que
siempre coincidían en la vestimenta que portaba el espectro: ropas de
tonalidades marrones. Y lo que es más sorprendente: todos los testigos
afirmaban que se traba de Dorothy Walpole.
Durante el pasado siglo las apariciones de la “dama marrón”
de Raynham Hall han disminuido, pero a pesar de ello los fenómenos continúan
sucediéndose: extraños acontecimientos que tienen como aval la fotografía
fantasmal más popular de la parapsicología y en la que a día de hoy, ningún
análisis ha podido detectar fraude alguno.
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