La alemana Clara de Geisslerin fue acusada de
mantener relaciones sexuales con tres demonios quienes, aburridos de asesinar a
tantos cristianos, se dedicaban a desenterrar cadáveres de niños para chuparles
la sangre. Los hechos ocurrían en el siglo XVI. Cuando se le arresto, la
condenaron a sufrir la tortura de la rueda: piernas y pies se le encerraron en
fundas de hierro y se le comprimieron hasta reducirlos a pulpa. Durante las
horas de tortura, Clara confesaba los cargos: había dado muerte a mucha gente
casi sesenta personas, y bebido la sangre de niños, se reunía con otras brujas,
tuvo cerca de ella un demonio con forma de gato, y había rondado por los
tejados de la aldea adoptando, ella también la apariencia de un gato. Cuando la
bajaban de la rueda, negaba las acusaciones, para volverlas a aceptar en el
tormento. Fue un largo juego de resistencia. Los jueces aumentaron el grado de
tortura, a tal punto que Clara acabo por admitir que durante los últimos
cuarenta años había fornicado con incontable numero de diablos que la habían
visitado en forma de gatos, perros, pulgas y gusanos. Dijo que había asesinado
a unos 240 personas. Que de sus amores infernales habían nacido diecisiete
hijos a los que había matado para comérselos después. Contó que había provocado
tormentas e incendiado casas y que, en una ocasión, había querido incluso
incendiar toda la aldea. A medida que la torturaban, la vampira De Geisslerin
iba perdiendo las fuerzas, y tan pronto la soltaron de la rueda, cayo sin vida
al suelo. El veredicto de los jueces fue que Clara de Geisslerin había sido
estrangulada por el demonio para que no continuara hablando ni siguiera
revelando sus secretos infernales.
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