Según
cuenta la vieja leyenda, el rey de los lapones tenía tres hijos fuertes y
vigorosos que se dedicaban a esquiar y cazar animales. El primero se llamaba
Slágfid, el segundo Égil y el tercero Völundr. Durante sus viajes llegaron a
Ulfdálir , el lugar que se conoce como Los valles del lobo y prendados de la
belleza del paraje y felices por la abundancia de caza, construyeron allí una
casa.
Una
mañana que habían salido muy temprano de caza, descubrieron en la orilla de un
lago cercano a tres hermosas mujeres que estaban hilando lino. Eran valkirias
en su tiempo de descanso y el que estuvieran tejiendo lino las relaciona con el
poder sobre el destino y el tiempo que les han otorgado las Nornas. Dos de
ellas eran las hijas del rey Hlódver: Hládgud Svánhvit de piel clara y mirada
inocente, apodada la blanca como el cisne y Hérvor Álvit , ávida siempre de
saber y de sentarse a escuchar los relatos de su padre con pasión, por lo que
la conocían como la llena de ciencia; y la tercera, Olrin, se dice que era hija
de Kiar el jarl de Válland
Descubiertas
en su recreo, las doncellas no tuvieron mas remedio que aceptar la propuesta de
matrimonio de los tres hermanos. Cada hermano tomó por esposa a una mujer:
Slágfid se casó con Svánhvit, Égil con Olrin y Völundr con Álvit. Y se dice que
grande fue durante algunos años la felicidad que embargo a las tres parejas.
Después
de siete años viviendo juntos, las mujeres sintieron nostalgia de las tierras
del sur desde donde habían llegado y se fueron volando una buena mañana para no
regresar. Los dos hermanos mayores se fueron en su busca y recorrieron sin
fruto todas las tierras circundantes, pero Völundr se quedó en Ulfdálir con la
esperanza de que su esposa regresara algún día a el, pues nunca la había
faltado y le constaba que ella le amaba tanto como el la amaba a ella. Para
regalárselo cuando volviera, talló un collar magnífico formado por 700 anillas
de oro. De esta forma, trabajo sin descanso, para rematar tan excelsa joya y se
dice que su martillo golpeaba día y noche, y que durante muchas lunas, el fuego
de su fragua fue perpetuo.
Cuando
Nídud, el rey de Suecia, se enteró de que existía un collar tan espléndido
mandó a sus hombres que se lo trajeran, ansiaba tan preciada joya para si, como
símbolo de status y de su poder , pues ningún mortal poseía nada similar.
Aprovechando que Völundr había salido de su casa a por leños con los que
alimentar la fragua, los soldados entraron y encontraron las anillas que
habrían de formar el collar. Sin embargo, no se atrevieron a robarlas y se
limitaron a llevarse una sola anilla, pensando que entre tantas, su soberano no
notaria la falta. Al regresar, Völundr se dio cuenta de que faltaba una anilla
para montar su collar, pero pensó que, ya de vuelta, se lo habría llevado su
mujer Álvit, pues a ella le agradaba a veces encapricharse de alguna de sus
creaciones, así que con el pensamiento de que todo era parte de un juego de
seducción de su amada, se limito a la feliz espera . Mientras la esperaba, se
quedó dormido y los soldados que habían estado espiando agazapados, le
aprisionaron y le cargaron de gruesas cadenas.
Para
impedir que huyera, Nídud ordenó que le cortaran los tendones y que lo
confinasen en un islote enfrente de la costa llamado Sevarstadr "El
enclave del mar". Además, se quedó con su espada mágica y dio la anilla de
oro a su hija Bódvild como un regalo especial, cosa que enojo mucho a Volundr ,
pues consideraba que esas anillas doradas eran parte del regalo para su amada.
El cruel Nidud se burlo de el , diciendo que si realmente era un hijo de los
elfos y un maestro en el arte mágico, forjase el mismo el instrumento de su
liberación, y así, lisiado y mascando su rabia y su lenta venganza, quedo
Volundr confinado en un viejo torreón con fragua en el islote, condenado a
trabajar sin descanso, creando hermosas joyas para el tirano.
Tan
solo el rey se atrevía a ir hasta Sevarstad, donde Völundr permanecía
prisionero fabricando todo tipo de piezas valiosas. Pero Völundr no se dio por
vencido. Durante las noches, sisaba pequeñas gotas de precioso oro y plata en
cada envío, pero tan pequeñas eran las cantidades sustraídas, que nadie se dio
cuenta de que poco a poco, acumulaba recursos para su fuga. De este modo, con
plumas de oro y plata pura construyó unas alas que oculto entre la sucia paja
donde descansaba poco y mal, y fingiendo sumisión, realizó unas alhajas que
atrajeron la atención de los dos hijos de Nídud en cuanto su avaro padre
alardeo de ellas
Los
hermanos fueron en secreto hasta el islote cargados con sacos de oro , plata y
gemas, pretendían que se les forjasen joyas similares, que pudiesen lucir como
príncipes y futuros aspirantes al trono. Volundr conocía la codicia que
despertaba su trabajo y aprovechó que estaban mirando embelesados el interior
de un arca dorada que el artesano había prometido llenar de maravillosas joyas,
para cortarles la cabeza. Con sus cráneos talló dos copas recubiertas de plata
y se las entregó al rey; con sus ojos, piedras preciosas que envió a la reina;
y con sus dientes, broches preciosos que regaló a Bódvild.
Algunos
dicen que con el resto de sus cuerpos, alimentó su fragua y siguió forjando
como si nada hubiese pasado, otros que los arrojo desde la ventana de la vieja
torre al mar y que jamás se volvió a saber de los muchachos, a los que todos
dieron por desaparecidos, por mas que los buscaron, nadie dio con su paradero.
Días
después, a Bódvild se le rompió la anilla de oro y fue hasta el islote para que
Völundr la arreglase. El herrero se mostró muy cordial y fingió que estaría
encantado de reparar la anilla. Le ofreció un vaso de cerveza, Bódvild bebió
confiada y cayó dormida víctima de un narcótico. Völundr aprovechó para
violarla, dejándola embarazada, y luego salió volando de su encierro con las
alas que había construido.
Antes
de irse definitivamente, se acercó al palacio de Nídud y antes de que este
pudiese hacer nada, ya se había apropiado de su espada mágica con la que
amenazo al rey y, a cambio de que le prometiese que no haría daño a Bódvild, ya
que ella no tenia culpa de nada y le permitiese conservar al hijo que estaba
esperando, le contó la terrible verdad sobre la muerte de sus hijos mientras se
marchaba volando entre carcajadas.
De este modo, cumplió Volundr su venganza, y aunque jamás volvió a ser
capaz de andar, sus obras siguieron impresionando a hombres y dioses.
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