La nigromancia es una rama de la magia, considerada generalmente negra, que consiste en la adivinación mediante la consulta a los muertos y sus espíritus o cadáveres.
La nigromancia es el apartado del Arte que se dedica al estudio de la muerte, y se centra en el control de los muertos (ya sea en ayudarse con ellos, como el control psíquico de la materia muerta o espiritual).
El nigromante es un tipo de mago figura habitual de literatura fantástica y algunos juegos de rol como argumento de fuerza. En muchas ocasiones se dice que los Vampiros tienen facultades nigrománticas.
La nigromancia en la historia
El caso clásico de nigromancia es el de la bruja de Endor, descrita en la Biblia (1 Samuel 28), donde ésta invocó al espíritu de Samuel en presencia de Saúl. Ya en el Deuteronomio se nos previene contra la práctica canaanita de practicar la adivinación mediante el recurso a los muertos.
Estrabón habla de la nigromancia como la forma principal de adivinación entre los pueblos de Persia y se cree que estuvo también muy extendida entre los caldeos, en Etruria y en Babilonia. En La Odisea, Odiseo viaja al Hades y trata de invocar a los espíritus de los muertos mediante hechizos que le enseñó Circe.
También existen casos de nigromancia en la mitología nórdica, con el mismísimo Odín llegando a llamar a los muertos para que realicen predicciones sobre el futuro. En Grecia, Roma y Cartago debió ser popular, tanto en su vertiente de invocación a los espíritus como de adivinación mediante los cadáveres.
La nigromancia, sobre todo en su forma de invocación de los espíritus de los muertos con propósitos mágicos o adivinatorios, es práctica común en religiones antiguas provenientes de África como el vudú, el palo mayombe y ciertas ramas del espiritismo y la santeria.
La visión de los Nigromantes en la ficción literaria es que son hechiceros mortales que han estudiado las artes prohibidas para intentar escapar de la muerte. Son individuos extremadamente peligrosos que poseen un profundo conocimiento de la magia nigromantica. Los Nigromantes estudian la magia que les permite controlar a los no muertos, comunicarse con los espíritus y animar sus cadáveres para servirle. Son evitados y odiados por la sociedad y muchas veces son dementes y morbosos. Muchos Nigromantes son aliados o siervos de los Vampiros, a veces voluntariamente, y a veces no.
La necromancia
Arte de evocar a los muertos personas y animales y de adivinar el futuro por la inspección de los cadáveres.
Los griegos la utilizaban y principalmente los Tesalienses, rociaban con sangre tibia un cadáver, y creían tener luego ciertas contestaciones sobre el futuro.
Los que consultaban debían haber hecho antes la expiación aconsejada por el mago que presidía la ceremonia y también había que apaciguar con algunos sacrificios las manos del difunto, quien sin estos preparativos se mantenía siempre sordo a todas las preguntas.
Los asirios y los judíos utilizaban también este proceso adivinatorio, los judíos mataban a los cabritos torciéndoles el cuello, luego le cortaban la cabeza, la salaban y la embalsamaban, posteriormente grababan en una lamina de oro el nombre del espíritu maligno para quien habían hecho este sacrificio, colocaban la cabeza encima de la lamina, la rodeaban de cirios y la adornaban como a un ídolo y este les contestaba. Necromancia: del griego nekros, que significa “cadáver” y mancia, que significa “profecía”. Se trataba de invocar a los espíritus de los muertos, para la adivinación. La creencia era que los muertos, al haberse liberado de la vida en el plano terrestre, tenían acceso a datos sobre el presente y sobre el futuro, una información que estaba fuera del alcance de los vivos.
La necromancia aparece en la Biblia, se practicó en las antiguas Persia, Grecia y Roma, y vio renovada su popularidad en Europa durante el Renacimiento.
Algunos necrománticos intentaban resucitar cadáveres de verdad (algunos fueron acusados de querer enviar a esos cadáveres a atacar a los vivos), pero la mayoría se conformaban con convocar sólo al espíritu del muerto, celebrando rituales encima de su tumba, en los que pronunciaban encantamientos y dibujaban en el suelo palabras y símbolos mágicos. Muchas veces, el necromántico se rodeaba de cráneos y otras imágenes de la muerte, se vestía con ropas robadas a un cadáver y concentraba todos sus pensamientos en la muerte, mientras aguardaba a que apareciera el espíritu. Cualquier pequeña señal, por ejemplo, el temblor de la llama de una vela, se podía tomar como indicación de que el espíritu se encontraba presente. Entonces, el necromántico le hacía preguntas.
Aunque el propósito de la necromancia no siempre era el de hacer daño a alguien, en general se consideraba que el proceso de convocar a las almas de los muertos (y quizá molestarlos) era algo inmoral y despreciable, por lo que se ganó su puesto en la categoría de las artes oscuras