¿QUÉ
MISTERIO GUARDABA CELOSAMENTE AQUEL POBRE CURA DE PUEBLO QUE HACE CERCA DE UN
SIGLO GASTÓ MIL QUINIENTOS MILLONES DE FRANCOS? ¿HABÍA ENCONTRADO EL TESORO DE
LOS TEMPLARIOS O SE TRATABA DE UN ENIGMA MUCHO MAYOR?
1.- Los descubrimientos de Bérenger
Saunière
Sobre lo alto de una colina en el
Languedoc francés, Rennes-le-Château es un lugar solitario, ardiente bajo el
sol en verano y azotado por fríos vientos en invierno. Su situación dominante
sobre el resto de la comarca es la única razón posible de que haya sido
habitado desde la más remota antigüedad. La población y el entorno que la rodea
son mudos testigos de pasadas grandezas y misterios que desafían al tiempo.
El enigma de Rennes-le-Château se
inicia temprano, en la época romana. La leyenda afirma que en algún momento del
siglo I, José de Arimatea y María Magdalena desembarcaron en el sur de Francia,
trayendo consigo el llamado Grial, que el cristianismo define como el cáliz de
la Última Cena o donde José de Arimatea recogió la preciosa sangre de Jesús
crucificado. De acuerdo con una de las teorías que más se integran el enigma de
la región, cuando desembarcó María Magdalena lo hizo con un hijo de Jesús,
estableciéndose así una dinastía mesiánica. Bajo este punto de vista el Santo
Grial dejaría de ser un cáliz que recoge la sangre de Cristo para pasar a ser
sinónimo de Sang-rial, es decir "sangre real", que se identificaría
con la genealogía de los descendientes de Cristo hasta nuestros días.
En el año 410 los visigodos,
acaudillados por Alarico, saquearon Roma, llevándose el Tesoro del Templo que
los romanos habían obtenido a su vez de los hebreos de Jerusalén. Dos años
después desembarcaron en las costas meridionales de las Galias. La región de
Rennes-le-Château les agradó, estableciéndose y fundando un reino permanente
que no tardaría en saltar los Pirineos y extenderse por el norte de España. No
sabemos si es cierto que el Arca de la Alianza llegó o no al Languedoc con los
visigodos, pero no falta quien ha querido ver una relación entre el Arca y la
población de Arques, no lejos de Rennes. En el siglo VI los merovingios
extendieron su dominio sobre el reino visigodo. Estos invasores eran portadores
de una cultura sofisticada y enterraban a sus soberanos con joyas y tesoros. La
legendaria riqueza de visigodos y merovingios ha dado pie a relatos de
fabulosos tesoros aún por descubrir en la región de Rennes.
Pero aparte de lo que cuentan las
tradiciones, más o menos fundadas, sobre el Grial, el Arca de la Alianza o
fabulosos tesoros enterrados, ¿existe algún indicio que nos haga pensar que
este lugar merece su fama como el lugar más misterioso de Europa, escenario de
acontecimientos siniestros y guardián del secreto más bien guardado de la
historia?
Ciertamente. La historia comienza con
un descubrimiento excepcional ocurrido hace algo más de un siglo en la iglesia
de Rennes-le-Château, en donde un sacerdote católico elevó a nuevas y
vertiginosas alturas la leyenda de la localidad.
El día 1 de junio de 1885 el pequeño
pueblo de Rennes-le-Château, que por aquel entonces solamente tenía unos
doscientos habitantes, recibió un nuevo y joven párroco llamado François
Bérenger Saunière. Éste se encontró con que la iglesia a la que le destinaban,
que había sido construida sobre unos cimientos visigóticos del siglo VI, se
encontraba en un estado lamentable, así que seis años después de su llegada, y
alentado por su amigo Henri Boudet, cura del pueblo vecino de Rennes-les-Bains,
decidió llevar a cabo unas modestas reformas. Durante la restauración, al
quitar la piedra del altar, Sauniere se encontró con que una de las dos
columnas visigóticas que la sujetaban estaba hueca. Dentro del pilar halló
cuatro pergaminos, dos de los cuales databan de 1244 y 1644 y parecen ser genealogías
sobre la descendencia desconocida del rey merovingio Dagoberto II. Los otros
dos parecían ser obra de un predecesor de Sauniere, el abad Antoine Bigou, que
servía en la aldea un siglo antes.
Antoine Bigou era el confesor de la
marquesa Marie de Hautpoul de Blanchefort, perteneciente a una noble y antigua
familia de la región, uno de cuyos antepasados fue el Maestre de los Templarios
Bertrand de Blanchefort. Depositaria de un gran secreto transmitido de su
familia de generación en generación, la marquesa en vísperas de su muerte y no
teniendo hijo varón, decide confiar su secreto y unos documentos de
considerable importancia a su confesor. Muere haciendo prometer al abad que
transmitiría a su vez este misterioso legado a una persona digna de confianza.
Bigou, a fin de preservar el secreto, disimuló los importantes pergaminos en
uno de los pilares del altar y puso una enigmática baldosa con extraños signos
sobre la tumba de la marquesa, que murió el 17 de enero de 1781 y reposa en el
pequeño cementerio anexo a la iglesia de Rennes-le-Château.
Al día siguiente al descubrimiento,
Sauniere les pide a los obreros encargados de la restauración levantar una losa
en la iglesia delante del altar. Se trata de la "baldosa de los
caballeros", colocada cara abajo y que representa a dos jinetes montados
en un solo caballo, símbolo también utilizado por los caballeros templarios.
Bajo ella se hallaba un escondrijo en el cual fue hallada una olla repleta de
monedas de oro, un tesoro que debía corresponder al de los nobles de la región,
quienes, confiándolo a su párroco Bigou, decidieron ponerlo a buen recaudo
amparado en la seguridad del templo, antes de su huida al extranjero provocada
por la ejecución de Luis XVI y la caída de la monarquía.
Sin embargo aún quedaban más sorpresas
bajo el suelo de la modesta capilla. En la Iglesia todo esta revuelto por la
continuación de las obras emprendidas y, debido al descubrimiento del tesoro y
los pergaminos, los obreros han sido enviados "a descansar" para
dejar el campo libre al cura.
Pero el viejo sacristán de la
parroquia, Antonio Captier, tiene que tocar el angelus cada noche, como es la
costumbre.
Bajando de su campanario, ve de repente
brillar un objeto en el capitel del viejo balaustre echado abajo por las obras.
Visto de cerca se trataba de una redoma
conteniendo un papel doblado. Inmediatamente comunica su hallazgo al señor
cura, quién no sólo sabe leer y escribir sino que también conoce los alfabetos
antiguos. El descubrimiento de esta redoma marcó el punto de partida del enriquecimiento
del abad Saunière.
Sobre el papel, firmado por Jean Bigou,
tío de Antoine y su predecesor en la rectoría, figuraba un indicio que lo llevó
de nuevo al sitio donde los obreros descubrieron la losa vuelta del revés por
Antoine Bigou cien años antes. Lo que el papel describía no era solo un
escondrijo sino más bien una cripta. Así pues, lo que la losa de los Caballeros
ocultaba era la apertura de acceso a un sepulcro. Sauniere realiza un
reconocimiento exhaustivo del lugar. En el escondrijo halla un cráneo de época
merovingia y encuentra unas escaleras que penetraban debajo de la Iglesia.
Efectivamente, el viejo registro de la parroquia, datado de 1694, hace mención
en este lugar de la presencia del sepulcro de los señores de Rennes.
A partir de este día, Bérenguer
Saunière y su joven criada Marie Dénarnaud vivieron como si dispusieran de una
fortuna inagotable. No está excluido que descubrieran la cripta y saquearan las
tumbas, pero... ¿qué es lo que encontraron que les permitió vivir con ostentación
y burlarse de todo el mundo, incluyendo al propio Vaticano? El futuro
comportamiento de Sauniere parece probar que allí existía algo más importante
que un tesoro formado por monedas y joyas, por grandioso que este fuera.
2.- Los misteriosos pergaminos
Los dos documentos redactados por el
abad Bigou parecen ser extractos en latín del Nuevo Testamento, pero con la
peculiaridad de que las letras aparecen redactadas sin espacio entre ellas o
algunas alzadas sobre las demás.
Evidentemente, Sauniere debió darse
cuenta de que su descubrimiento encerraba algo importante, aunque es probable
que no supiera de que se trataba en un primer momento.
Henri Boudet sugiere entonces al abad
Saunière pedir consejo al obispo de Carcasona, Monseñor Félix Billard. Éste lo
envía a París en marzo de 1892, donde es presentado a Emile Hoffet, célebre
ocultista y autor de numerosos estudios sobre la francmasonería, quién acoge a
aquel cura provinciano en su distinguido círculo. Allí conoció a la cantante y
actriz Emma Calvé, quién fundó en 1891, en compañía del Conde de
Larochefoucauld, la orden cabalística de la Rosa Cruz del Templo y del Grial.
Estos personajes serán a menudo sus invitados en Rennes-le-Château.
Durante su estancia en París adquirió
tres reproducciones de cuadros del Louvre. Según parece, se trataba de un
retrato de Clemente V, el papa que abolió la Orden del Temple, y dos pinturas
obra de David Teniers "El joven" y Nicolas Poussin, tituladas
"San Antonio y San Jerónimo en el desierto" y "Los pastores de
la Arcadia", respectivamente. La conducta de Sauniere no era fruto de un
repentino amor por el arte pictórico, sino que respondía al punto de partida de
una investigación que le tendría ocupado en los años posteriores. Así pues, en
los pergaminos del abad Bigou, que actualmente se hallan expuestos en el museo
de Rennes-le-Château, podía leerse una vez descifrados:
"Pastora sin tentación. Que
Poussin, Teniers guardan la clave (o llave); paz 681. Por la cruz y este
caballo de Dios termino (o destruyo) este demonio del guardián. A mediodía
manzanas azules".
El segundo pergamino dejaba ver algo
mucho más claro y directo:
"A Dagoberto II, Rey, y a Sión
pertenece este tesoro y él está allí muerto".
A su regreso de París, el abad hace
sellar cuidadosamente el escondrijo debajo de la "losa de los
Caballeros". Luego, su fiel criada y él, en el cementerio actúan de forma
extraña. Mueven la losa horizontal de la tumba de la marquesa de Hautpoul y se
dedican a hacer desaparecer los símbolos de la lápida. Afortunadamente, no
sabían que estos habían sido ya copiados por un viejo arqueólogo de la región.
La inscripción diseñada por Antoine Bigou, al igual que los pergaminos incluía
varios errores premeditados de espaciado y ortografía, y era un anagrama
perfecto del mensaje oculto que aludía a Poussin y Teniers. En efecto, si se
cambia el orden de las letras encontramos nuevamente la críptica cita del
primer pergamino. Pero la tumba contenía otra placa que supuestamente Bigou
había hecho quitar y transportar desde un sepulcro en la cercana localidad de
Arques. En ella, en dos líneas verticales se presentaban grabados caracteres
griegos y latinos, además de cruces pateadas semejantes a la que conformaba el
símbolo de los Templarios. ¿Qué significaba aquello? El cuadro de Poussin
aportaba la respuesta a este enigma. En "Los pastores de la Arcadia"
está dibujada una tumba sospechosamente parecida a la de Arques, incluso el
paisaje es semejante al de la región, pero en el cuadro cuatro personajes
señalan una inscripción horizontal que reza "Et in arcadia ego".
Se trata de la frase que supuestamente
expresó la Muerte y que significa "Y yo en la Arcadia". La Arcadia es
una tierra paradisíaca localizada en Grecia, donde se situaban las andanzas de
dioses y ninfas entre riachuelos, vegetación exuberante y completa armonía del
hombre y la naturaleza. Los pastores de la Arcadia son el prototipo de
habitante feliz, modelo para el resto de la Humanidad. Sin embargo, en uno de
sus paseos, los pastores encuentran una calavera, que viene a recordarles que incluso
en el lugar más feliz y perfecto de la tierra, la muerte está presente y
dispuesta a cada momento. La frase es curiosa porque carece de verbo, pero sin
embargo debió ser de gran importancia para Bigou o incluso para la marquesa de
Blanchefort. A la vista de los pergaminos, tan dados a dobles sentidos y juegos
de palabras, no es desechable que la inscripción no sea simplemente una frase
alegórica. ¿Es posible que también sea un criptograma? Curiosamente, alterando
el sentido de las letras se puede formar una expresión coherente: "I tego
arcana dei" es decir, "Yo oculto los secretos de Dios". O
también: "Arcam dei tango", que se traduce como: "Estoy tocando
la tumba de Dios".
3.- La gran herejía
Antes de proseguir, debemos hacer
hincapié en que nos hallamos en la región del Languedoc, tierra no solo de
romanos y merovingios, sino también de templarios, y sobre todo, de cátaros.
A principio del siglo XIII lo
actualmente llamado Languedoc no formaba parte de Francia. Era un principado
independiente cuya cultura y lengua guardaban más semejanzas con los reinos de
la Península Ibérica. En el Languedoc, donde florecían las artes y las ciencias
al estilo de Bizancio, se practicaba una tolerancia religiosa que contrastaba
con el fanatismo del resto de Europa. A través del comercio marítimo
mediterráneo y de los pirineos se introdujeron doctrinas islámicas y judaicas,
al mismo tiempo que el catolicismo romano perdía devotos entre la población.
Ello formó un propicio caldo de cultivo para originar lo que a ojos de la
Iglesia era la mayor y más peligrosa herejía de la cristiandad: el catarismo.
Los cátaros rechazaban la iglesia
católica ortodoxa y aborrecían la misa. Repudiaban la fe, al menos en la
concepción católica, e insistían en la gnosis como fórmula para el contacto
directo y personal con lo divino, así que negaban la validez de todas las
jerarquías clericales. También eran dualistas; pregonaban la existencia de dos
dioses con una categoría comparable, uno maligno y otro benigno. Para ellos,
toda la creación material se debía al dios del mal, el Rex Mundi, y era
intrínsecamente mala. Para la iglesia romana la doctrina cátara era sinónimo de
herejía, pero lo más grave de todo era la actitud que tomaban ante el propio
Jesús. Los cátaros consideraban a Jesús un ser mortal que en nada se
diferenciaba de los demás, que había muerto por sus propios pecados y no por la
salvación de la humanidad. No había nada místico en él, nada sobrenatural ni
divino. Y lo que es más, muchos cátaros dudaban de la crucifixión y se negaban
a adorar la cruz.
Cátaros y templarios convivieron en la
misma época, y aunque aparentemente y dadas sus creencias respectivas podríamos
pensar a priori que ocuparían bandos enfrentados, conocemos suficientemente a
los Templarios para no extrañarnos la posibilidad de un entendimiento mutuo.
Ciertamente hay claros indicios de que unos y otros simpatizaron. Muchos
templarios descendían de linajes cátaros, como el Maestre del Temple Bertrand
de Blanchefort.
También es sabido que numerosos cátaros
fueron acogidos en las filas templarias cuando se desató contra ellos la ira de
Roma en forma de cruzada, e incluso se rumorea que muchos miembros del Temple
del Languedoc profesaban la fe cátara y no la católica. Durante la
"cruzada contra los albigenses", como fue llamada la represión de los
cátaros, la postura de la Orden del Temple fue ostensiblemente neutral y, a
veces, da la impresión de que empuñaron las armas en defensa de los herejes.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPJuV37ysLQhrMgI2pOd5dpjvocGyrBrM8pnxK2pn__uXisXRsR6bTGJ462P7ydBT5xMVbfjGLth2yX2ugCt9Qk7r9DV4KexFBJje1D1sumv5hNtRIrricyFE6S-q47EnbpGwh8pvBve0/s400/rennes.jpg)
Tras su vuelta de París, Bérenguer
Saunière, que era natural de la zona y conocía bien la historia de la región,
continuó con los trabajos de restauración de la Iglesia y con otras obras
diversas, gastando una espectacular fortuna, incluso para los tiempos que
corren. Acometió la construcción de una torre, llamada Torre Magdala que
utilizaría como biblioteca y edificó una opulenta casa de campo a la que
denominó Villa Bethania, que nunca llegó a ocupar. ¿Confirma esto que la
Magdalena era tan sumamente importante, como podemos extraer del estudio de la
Orden del Temple y del Priorato de Sión? Los nombres dados a la torre y a la
villa, se refieren inequívocamente a ella. Y un dato que hemos omitido
intencionadamente hasta el presente momento: la iglesia de Rennes-le-Château,
escenario de la boda de Dagoberto II, está consagrada, como no, a María
Magdalena. ¿Y no hemos analizado ya al merovingio Dagoberto y su supuesto
linaje de una de las piezas claves del secreto de los Templarios?
Indiscutiblemente, esta iglesia parece estar en el epicentro del misterio.
En la entrada de la misma, Saunière
hizo colocar las siguientes inscripciones: "Mi casa se llamará casa de
oración" y "Este lugar es terrible". La referencia bíblica completa
es: "Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la habéis
convertido en cueva de ladrones" (Mateo 21,13) y "Este lugar es
terrible, es la casa de Dios y la puerta de los cielos" (Génesis, 28,17).
Justo al atravesar la entrada colocó
una estatua del diablo Asmodeo, guardián de los secretos, donde puede leerse la
frase: "Con este signo le vencerás" Pero la frase real, que se debe a
Constantino era sólo: "Con este signo vencerás".
Este "le" añadido al original
sigue siendo un enigma. Con estos hechos y la figura del demonio a la vista, no
podemos dejar de recordar la frase del pergamino que decía "Por la cruz y
este caballo de Dios terminó (o destruyo) este demonio del guardián. A mediodía
manzanas azules". Y es que las vidrieras del lado sur de la iglesia de
Rennes-le-Château, poseen la particularidad de que en invierno y en días de
buen tiempo, los rayos de sol entonces bajos en el horizonte, pasan a través de
los dibujos de las vidrieras justamente al mediodía dibujando en la pared
opuesta un árbol cubierto de frutos redondos parecidos a las manzanas. Mientras
que la imagen se va precisando, los frutos maduran y se vuelven rojos excepto
tres de ellos que permanecen azules.
Asimismo, el Vía Crucis es harto
sorprendente, diríamos que incluso herético, con lápidas muy llamativas y de
tamaño desproporcionado. María Magdalena aparece aquí con el velo de viuda y es
curioso que los masones se hagan llamar "el hijo de la viuda". Como
hemos visto en otra leyenda, si el Temple sobrevivió a través de la masonería...
¿no es este un indicio de la continuidad de un linaje, como también pretende el
Priorato de Sión? En otra estación Jesús, cuando va a ser sepultado, sangra por
su costado de forma abundante, lo que parece indicar que no se trata del cuerpo
de un fallecido. Y así con cada estación. En todas ellas Sauniere se encargó de
incluir algún detalle inexplicable, alguna desviación de la crónica de las
Escrituras, que para un párroco no podría pasar desapercibido, e indican una
voluntaria intención críptica. Incluso, todas las estaciones del Vía Crucis
están orientadas en dirección contraria a la habitual.
Algunos meses después, Saunière habría
recibido la visita del archiduque Jean-Stéphane de Hasburgo, al que los
aldeanos llaman "Señor Guillermo". Hoy sabemos que éste, que era
primo del Emperador de Austria, habría financiado las búsquedas del abad para
encontrar y descifrar los documentos preciosos disimulados en la iglesia. Pero
la historia se iba a interrumpir el 17 de enero de 1917. Curiosamente, la misma
fecha (mes y día) que aparecían grabados en la lápida de la marquesa de
Hautpoul. Bérenger Saunière, que ya tenía sesenta y cinco años, sufrió un
ataque apopléjico en la puerta de la Torre Magdala que le haría fallecer cinco
días después. A pesar de que hasta el momento gozaba de buena salud y que la
apoplejía fue totalmente inesperada, alguien el 12 de enero había encargado un
ataúd para el cura a nombre de su gobernanta Marie Dénarnaud. ¿Estaba revelando
Saunière más de lo que debía? No podemos saberlo, pero que el cura era
partícipe de un gran secreto nos lo indica la actitud del párroco que le dio
confesión. El día 22, el sacerdote que confesaba a Saunière en su lecho de
muerte abandonó al poco tiempo la habitación visiblemente horrorizado tras
negarse a administrarle la extremaunción. Se dice que cayó en una aguda
depresión y que "nunca volvió a sonreír".
A pesar de que había gastado a manos
llenas, el testamento de Saunière indicó, ante la sorpresa general, que no
poseía nada y que todos los bienes inmuebles estaban inscritos a nombre de
Marie Dénarnaud, quién siguió viviendo en Villa Bethania hasta su fallecimiento
en 1953. Poco antes de morir decidió vender la casa solariega y le comentó al
comprador que un día le haría confidente de un secreto que le haría rico y
poderoso. Pero para decepción de este, la muerte de la antigua criada, también
súbita e inesperada al igual que la de su amo, hizo que se llevara el secreto a
la tumba.
Es casi seguro que Saunière no encontró
el tesoro de los Templarios. Hoy sabemos que su fortuna provendría de las
donaciones de la nobleza europea y de misteriosas sociedades, aunque se supone
que en la zona estaba escondido un gran secreto, quizás relacionado con los
Caballeros del Temple. Los hallazgos del entorno y la simbología utilizada en
la iglesia parecen querer transmitirnos una historia diferente a la que nos han
contado. ¿Pero que es lo que se oculta en Rennes-le-Château? Teniendo en cuenta
lo que sabemos de Sauniere, cátaros y templarios, nos atrevemos a exponer una curiosa
hipótesis:
Jesús no murió en la cruz. En sus
inicios, para expandirse y satisfacer al mundo romano que estaba acostumbrado a
deificar a sus gobernantes, la Iglesia suprimió al Jesús histórico y se inventó
al Jesús celestial que ha venido administrando desde entonces. Entonces Jesús
dejó de ser el depositario de la estirpe de David para ser Dios mismo
encarnado. Ese parece ser el gran secreto de Rennes-le-Château. Y también algo
que ya nos suena más familiar, a través de los Templarios y del Priorato de
Sión, que estaba casado con María Magdalena. Así lo recogen, además, varios
textos evangélicos apócrifos. Esta teoría indica que Jesús, su esposa y al
menos un hijo huyeron tras la crucifixión a un lugar en donde el paganismo les
hiciera pasar desapercibidos. Y este lugar sería el Languedoc. O como apuntan
otros investigadores, quizás sus cuerpos fueron trasladados allí por los
Caballeros del Temple desde Tierra Santa, en aquella exitosa misión que les
encargara San Bernardo, pues hace unos años se produjo el descubrimiento cerca
de Jerusalén de una cripta, verdadero panteón familiar, donde se hallaron seis
urnas vacías que habían contenido los restos mortales de Jesús, María, José,
María Magdalena, Tadeo (presumiblemente hermano de Jesús) y Judas, hijo de
Jesús según reza la inscripción en la correspondiente urna.
Naturalmente, de ser cierto todo lo
presente en Rennes-le-Château, las pruebas que allí se ocultarían, se echarían
por tierra los dogmas del catolicismo en relación con la Asunción, Resurrección
y Ascensión. Sería un terrible cataclismo para la propia Iglesia romana, que
perdería toda su credibilidad. No podemos dejar de preguntarnos si en las
persecuciones que sufrieron cátaros y templarios, y que culminó con su
destrucción por herejía, no estaba incluido la preservación de este secreto. Un
secreto que hoy en día se hallaría en manos del Priorato de Sión, quien estaría
esperando el momento oportuno para dar su golpe definitivo.
Al igual que Francia fue testigo un día
del fin de la dinastía de los Capetos, ¿le habrá llegado su turno a la Iglesia?
¿Volverá algún oscuro desconocido a gritar aquello de "¡Jacobo de Molay,
ya estás vengado!"? La mano de la venganza templaria parece ser larga y
longeva.
Es posible que las claves para determinar la validez de este tremendo
rompecabezas se hallaran en la misteriosa tumba de Arques, que fue dinamitada
por el propietario del terreno donde se hallaba en 1971, harto ser molestado
por los buscadores de tesoros; y en la críptica inscripción "Et in arcadia
ego". Quizás aún puedan hallarse entre las enigmáticas pistas que parece
haber dejado Sauniere, o tal vez salgan a la luz nuevos hallazgos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario